Las reglas del juego de canasta (fragmento de novela)

El autor es escritor y profesor de grado y posgrado en escuelas públicas y privadas. Correo electrónico: silvestreuresti@hotmail.com

No era que no le interesara la canasta, sino que en ese día no tenía tiempo para sentarse y empezar a jugar. Salvador sacó la pizza de la caja con dibujos rojos, mientras se acomodaban en el cuarto del Casablanca. Él les había ampliado la historia y significado de la canasta.

¿No te acuerdas de aquella vez en Guaymas? Fue cuando nos conocimos más y rompimos el hielo, dijo Grajeda, dejando caer cuatro cartas boca abajo y poniendo sobre ellas el gran mazo en otra dirección. Dany se había quedado sin cartas, por eso se había ido. Entonces sí estaba jugando aunque no estuviera ahí sentado haciendo equipo.

Alguien ya lo había descartado en un juego donde lo mejor es tener muchas cartas. Un fraude cerró los ochenta y abrió los noventa, conjeturó el abogado mientras miraba las fotos del cuerpo bañado en sangre y un auto medio quemado allá por Empalme. Tomen en cuenta que el patrón de la desigualdad estaba en su quinto año y su réplica local, loca, ya estaba en su segundo informe.

¿Querían un cristo expiatorio? ¿Alguien que pagara por los demás? Volvió a decir el leguleyo, sin prestar atención si estaba ya tiempo después imaginando cosas o aún seguía en la escena del crimen recolectando pruebas.

La muerte pasional, el lío de amores, fue la carnada para cazarlo. La carne manda y yo amo el placer subvertido aunque suene la metralla. La frase “lopezvelardiana”, otra vez estoy en mis clases del Colegio. Haber estudiado letras fue lo mejor, pero no siempre lo quise.

Tenía en mente psicología, de hecho cursé unos semestres en la Universidad del Noroeste. Pero bueno, ya basta de plática y dinos cómo funciona este juego donde hay dos barajas, se mezclan, cortan por la mitad y se toma la mitad de abajo. Se juega en parejas, lo común son dos pares. El vecino de enfrente es de tu equipo. La canasta es un conjunto de siete cartas iguales.

El objetivo es contabilizar cinco mil puntos y ganan quienes alcancen esa cantidad, les dijiste.

La cantina Gambrinus era de su padre y ahí había aprendido todo tipo de juegos de cartas. De tanto mirar aprendió las reglas de una canasta limpia o sucia, el valor de cada carta, los tapones, los comodines. La repartición de 11 cartas lo hizo volver al juego.

¿Estaba impaciente por la cita con los muchachos? Era viernes y así suelo ponerme cada fin de semana. La noche me exalta aún como cuando era más joven, en aquella época del bar de mi padre, por ejemplo. Aquel chico que me gustaba mucho así me ponía de respingón.

Recargado contra la sinfonola Seeburg casi de nuestra estatura, pusimos música para bailar abrazados. En eso estábamos cuando él entró, casi intempestivamente como solía serlo cuando andaba dando la vuelta, pisteando, dijo que venía a ver a los muchachos qué andaban haciendo y para qué querían verlo.

Esa vez mi padre se enojó muchísimo y cada vez me corría más de la casa. Ya no le importé y ni él a mí. Entre ellos se abrió un pozo como en el juego de canasta. Siete cartas hacia abajo y la séptima descubierta son el pozo. Levantó Dany el brazo con el pozo en la mano en señal pública para que los vean, dijo como quien quiere ser actor y modelo a la vez. Y luego dejó el mazo de tarjetas en la mesita de madera que unía y separaba a sus amigos. Fue la última vez que vieron a Dany.

El autor es escritor y profesor de grado y posgrado en escuelas públicas y privadas. Correo electrónico: silvestreuresti@hotmail.com