La caída del gobernador Carlos R. Ortiz
El autor es escritor e Historiador.
El licenciado Ortiz fue un político del pueblo y para el pueblo; originario de Álamos.
Veló en todo momento por la estabilidad y paz del Estado, aplicó la ley al pie de la letra, con un enorme sentido práctico y humano.
Rechazó diversas propuestas, siempre y cuando éstas atentaran contra la soberanía del pueblo, así fuesen de órdenes de sus superiores.
Ante la resuelta conducta del Gobernador, el Presidente de la República, el general Manuel González optó por la innegable medida de persuasión: mandó a Sonora un gran ejército con las armas de infantería y artillería a cuyo frente llegó nada menos que el general Bernardo Reyes, unos de los militares de mayor prestigio en la nación y que por ese entonces ya aspiraba a la mano de doña Leonor (la presidenta de la República), con una sola orden: deponer al rebelde gobernador.
Durante la oscura noche del 29 de octubre de 1882 un grupo armado de doscientas personas, muchas de éstas ebrias, con música, cohetes y gritos destemplados, azuzados por seguidores de don Ramón Corral y Luis E. Torres, se hicieron notar frente a la residencia del Lic. Carlos R. Ortiz, ubicada en la calle Del Estímulo e Hidalgo.
A los gritos de “renuncia o te matamos”, “te papalotea la chaveta”, “porque te pelaron dormido”, “del monte salió un chivo, ¿qué chivo era?”, “te bufan los caireles”, “te apestan los calzones”, “pícale pa´la chi……” y muchas, pero muchas groserías más de grueso calibre recibió esa noche el Gobernador.
La plebe, enfurecida, balanceó el zaguán y le prendieron fuego a las puertas.
Cuando las llamas comenzaron a tomar cuerpo y la balacera era como de año nuevo, en uno de los balcones del segundo piso se presentó el licenciado Ortiz y ofreció formalmente renunciar a su puesto al día siguiente.
Al instante se calmaron los gritones, se acabaron los balazos, cesó la música y callaron los botes, cencerros y el populacho comprado se retiró eufórico a su cuartel general y para con damajuanas de mezcal, de sotol y de vil margallate festejar su triunfo.
Los máximos de la política había eliminado al hombre que podía por su talento y hombría hacerles mella.
El gobernador Ortiz huyó a México, el prefecto del distrito y varios se fueron a refugiar a Tucson, Arizona.
Siguió un estado anárquico en el que ocupó la gubernatura Antonio Escalante y Fontes dos días y, por fin, todos encontraron su acomodo y terminó el periodo del licenciado Ortiz, y como gobernante interino don Felizardo Torres.
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