Inteligencia emocional y fomento de la paz

La autora es egresada de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación y Maestra en Ciencias Sociales por la Universidad de Sonora

Después de haber realizado un diplomado en neurociencias y neurodesarrollo,  comprendí que es necesario observar las emociones conscientemente y no dejarse arrastrar por ellas, es decir,

controlarlas en la medida de lo posible.

En muchas personas, los niveles de estrés van en aumento tras la situación actual que se vive. La incertidumbre y el distanciamiento social ha afectado a muchos. A esto se suma que a diario se presentan noticias alarmantes tanto locales como nacionales e internacionales. La nota roja está a la orden del día. Las emociones incontroladas pueden llevar a cuadros de ansiedad o en casos más severos, a la depresión.

Gracias a las teorías del aprendizaje, hoy sabemos que existen múltiples inteligencias. Una de las inteligencias a desarrollar y que ya se encuentra en las escuelas de Sonora, es la inteligencia

emocional y socio-emocional. Aprendemos utilizando nuestros sentidos y por tanto un olor, un sonido, una imagen, una textura, etc., nos recuerdan experiencias y conocimientos. Es decir, hay memoria en todo el cuerpo.

Gracias a la neurociencia sabemos que las conexiones neuronales pueden modificarse gracias a la plasticidad del cerebro. Las conexiones que menos se utilizan van desapareciendo. ¿Qué es lo que

queremos almacenar y qué es lo que queremos conservar? Ciertamente todo el almacenaje es aprendizaje, es fundamental para no caer en errores o experiencias desagradables, sin embargo, para

mejorar la vida y tener bienestar es imprescindible manejar nuestras emociones y cerebro a nuestro favor.

Alimentar nuestra mente con música, imágenes videos, socializaciones, conversaciones, etc., que mayormente favorezcan a sentir paz y serenidad. El estrés es uno de los mayores enemigos de nuestro siglo XXI, pero teniendo la consciencia de que es posible mantenerse lejos y libre de este padecimiento, se puede trabajar, comenzando con la auto-observación de aquello que permitimos nos genere tal estado estresante.

Existen muchas prácticas que se han comprobado científicamente que ayudan a mejorar los niveles químicos del cuerpo y cerebro para disminuir la ansiedad, la depresión y el estrés. Algunas de ellas son: hacer ejercicio, practicar yoga, realizar meditaciones, comer saludable.

Insisto en que promovamos desde nuestros hogares la cultura de paz que la UNESCO promueve desde la educación y que la Universidad de Sonora promueve para la prevención de adicciones,  para la equidad de género, para solucionar problemáticas sociales y culturales libre de violencia.

El entusiasmo, el dominio de uno mismo, la solidaridad en nuestra comunidad, la empatía, la tolerancia y otros valores requieren de desarrollo y trabajo desde la voluntad para mejorar nuestra existencia y para el desarrollo social.

La autora es egresada de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación y Maestra en Ciencias Sociales por la Universidad de Sonora

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