Ingredientes que se ‘sienten’ en la organización
El autor es periodista con más de 30 años de experiencia en medios escritos y de Internet.
Es peculiar, pero por ejemplo, en organizaciones de animales, nacen con un instinto natural que les obliga a seguir una costumbre ancestral como ocurre con los lobos o las abejas, donde cada individuo de la manada o colmena conoce el rol que juega y en estos dos casos es conocida su conformación de las jefaturas.
Pero en el ser humano no, desde el momento en que cuenta con la capacidad intelectual del libre albedrío que le permite tomar decisiones propias y que le afectarán en lo personal e incidirán, para bien o para mal, en el entorno que le rodea.
En este contexto, suelen influir de manera determinante, como lo señala Plutchik (1981), en su rueda de las emociones que señala lo siguiente:
Expectativa y alegría conforman el optimismo.
Alegría y aceptación: amor.
Aceptación y miedo: sumisión.
Miedo y sorpresa: susto.
Sorpresa y tristeza: desilusión.
Tristeza y asco: remordimiento.
Asco y cólera: decepción.
Cólera y expectativa: agresividad.
Póngale neurona a esto y verá que son certeras las conjugaciones. Esto nos lleva a entender el ambiente social que se vive dentro de la organización, de tal manera que cuando las quejas se acumulan suele presentarse como válvula de escape un accionar de sentimientos que los jefes capacitados suelen palpar, sentir, y con ello imponer las soluciones precisas para que no se salgan de control y los efectos no traspasen los límites establecidos.
De hecho, en la medición de intensidades de las crisis, las emociones también tienen un indicador de tiempo y permisividad. Por ejemplo, todo movimiento interno que pudiera afectar a la organización empieza con la decepción, que es la semilla latente que siempre está ahí.
El detalle es que conforme al tratamiento de liderazgo que se le dé a la problemática puede, o bien resultar en la emoción del amor y optimismo, que es lo ideal, o bien cuando el jefe se planta
y actúa con dureza, devenga en sumisión, lo cual coloca límites a posibles efectos negativos.
Caso contrario, cuando no se atiende en tiempo y forma la problemática luego de la decepción deviene en susto, remordimiento, desilusión y agresividad. Este último trae aparejado un rompimiento en el pegamento que coacciona y mantiene unida a la organización, y que al presentarse, se determina con amplia posibilidad de cambios en jefaturas o bien, disgregación al no atenderse debidamente el conflicto.
El autor es periodista con más de 30 años de experiencia en medios escritos y de Internet.
Consultor en Competitividad Organizacional con doctorado en Administración Pública.
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