Guaymas y Tijuana (fragmento de novela)
El autor es docente y escritor.
El Cerro del Vigía en ese instante estaba oscuro y le dio la certeza de que era más grande e imponente.
Aún había sol cuando Dany llegó a Guaymas.
Al parecer viajó solo.
El Jetta color blanco, modelo 1989, comprado al contado en diciembre de ese año, placas VTD7075, avanzó parsimoniosamente por la calle Serdán, la calle central del puerto.
En los vidrios polarizados relucían yuxtapuestos los escaparates iluminados, las luces de otros carros, el alumbrado público.
Casi no había tráfico de automóviles y gente.
Entre tanto, para ti no fue necesario viajar a Tijuana porque tu hermano ya estaba allá desde 1980.
Por eso fue quien se encargó del asunto aquel día fatídico desde días antes.
De hecho ese día 23 de marzo le dio la bienvenida en el aeropuerto, obvio como funcionario que era tu hermano dentro del primer gabinete.
Por tanto tu presencia allá siempre estuvo, por eso la gente sospecha de ti, de tus ideas, tus dichos de que no hubo conspiración, no hubo complot.
Esto contradice lo que dijiste una vez que se vivía en paz porque la violencia ya estaba superada, no como en otras partes.
Treinta minutos que nadie sabe qué pasó.
Treinta minutos que encapsularon el tiempo de un país de privilegiados desde entonces.
Tus ojos y oídos estaban tomados por otro y otros; tu cuerpo y sentidos no eran tuyos sino de otro.
Tu hermano y tú son los cómplices.
Ustedes dos y él son los que deben saber lo que pasó en esa media hora de plática con el asesino.
Contra sus hábitos, Jesús y Salvador se retiraron de la visita ya en la noche.
Abordaron un camión rumbo al centro.
Jesús, aparentemente sorprendido, recibió la explicación que le dio Salvador, me espera Dany.
Me dijo que estaría en el Banco a las nueve.
En una de sus declaraciones al Ministerio Público de lo Penal, Jesús refiere que no sabía de la cita con Dany, sino hasta que llegaron al Banco, de la avenida Serdán.
Aseguró que Salvador no quiso decirle.
Salvador argumentó después que sí lo hizo e incluso la respuesta de Jesús fue de reproche, qué gacho, a mí me dijo que no iba a venir.
Ese encuentro de Dany y Jesús era la sexta ocasión en que lo hacían.
Las otras veces habían sido en Hermosillo.
Y en junio, Jesús había visto a Dany en el puerto.
Tres días después ya estabas allá.
Siempre fuiste.
Tenías que haber ido.
Ya no eras tú dueño de ti mismo.
Ya no te pertenecías a ti, sino a otros.
Eras de él.
Él te poseyó a su gusto.
Semejante a los amantes que tú también poseías, así él te hizo suyo.
Para entonces ya tenías tres años que él te había apadrinado.
Ya tenías la mitad de tu mandato avanzado en 1994.
Él te conocía muy bien, a su modo te moldeaba y a su voz respondías.
Él decía rana y tú saltabas.
Él chiflaba y tú ibas como un perro fiel.
Al menos eres leal.
Lo reconozco.
Una lealtad que te encumbró en donde estabas, en donde mandabas sin ser tú completamente, sino parte de otro y otros.
Eres quien ordena y pudre.
Soy quien decide y jode.
El autor es docente y escritor.
Correo electrónico: silvestreuresti@hotmail.com