Escapar a la TV
La autora es Maestra en Artes – Escritura de Guion por la Universidad Napier de Edimburgo
Hay televisión brillante, como Breaking Bad, series inteligentes, como Westworld. Existen historias emotivas, como This is Us, otras que trascienden a lo filosófico, y pueden hacernos reflexionar sobre qué es el bien y el mal, como The Good Place. Otras que nos ponen un espejo enfrente y nos muestran que, aunque seamos un desastre, no estamos solos, como Fleabag.
Todas estas series son fantásticas. Pero de vez en cuando, cuando nos sentamos a ver televisión, lo hacemos para desconectarnos. Sentir algo, sí, pero nada profundo. Reír, sí, pero sin considerar la condición humana. Pensar… no. Pensar no.
Esta es la televisión “escapista”. No exige mucho de nosotros, pero tampoco nos deja mucho. Está ahí como un refugio para huir del mundo real. Los esnobs dirán que no tiene valor verla. Yo, una pseudo intelectual, rechazo esa opinión.
Siempre y cuando estemos conscientes de que lo estamos haciendo, no tiene nada de malo escapar un rato y dejar de pensar. Hay momentos en los que francamente se necesita. Desde que estudiaba la universidad, entre el aprendizaje sobre medios, y más tarde sobre el cine y la televisión en mi maestría, me cuesta trabajo desconectarme y simplemente disfrutar cualquiera de estos dos medios.
Bajo esas circunstancias, para mí ver la tele se siente como tarea. Y cualquiera se cansa de hacer tarea. Cuando encuentro un programa que tiene el balance que yo necesito para lograr desconectarme, abrazo la oportunidad de escapar de verdad.
En estos tiempos difíciles, entre el encierro y la ansiedad, me he visto incapaz de ver tele que requiere esfuerzo de mi parte. Desde gran atención hasta grandes reflexiones. Veo en mi lista cosas que sé que quiero ver, como la nueva Poco Ortodoxa, o lo nuevo de Westworld, y me abrumo sólo de pensarlo.
Ha sido Dinastía, un “remake” de una serie ochentera sobre una familia obscenamente rica con miles de cadáveres en el clóset, la que ha salvado mi salud mental durante la cuarentena. Hay intrigas, secretos y hasta muertos. Me encanta. A pesar de que los personajes son simpáticos (si bien nefastos, todos), la tensión no es alta; hay humor, y siempre se puede esperar un final, si no feliz, al menos no mortificante.
Entonces, la siguiente vez que les digan que están mal por ver su novela, díganles que digo yo que le bajen y dejen disfrutar. Es genial enriquecernos con televisión brillante y maravillosa cuyo impacto positivo puede llegar más allá de la pantalla, pero no todo lo que vemos tiene que ser así. Podemos ver Fleabag, pero también la novela de las 4, si nos hace felices.
Personalmente, para escapar prefiero los melodramas y una que otra comedia de Disney Channel o Nickelodeon. Si gustan adentrarse en mi lista de gustos culposos, van algunos títulos:
Victorious: Es absolutamente ridícula y no se disculpa por ello. Además, me trae buenos recuerdos de tiempos más simples.
Gossip Girl. Excepto la temporada 6. Fuchi, guácala.
The Vampire Diaries. Romance entre adolescentes de treinta años que son todos hermosos y muy dramáticos.
La Casa de las Flores. Enfrentémoslo, es una telenovela, pero con altísima calidad de producción y actuaciones impecables. Si la ven, me saludan al “Cacas”.
¡Disfruten sin culpa, la vida es muy corta para la culpa!
La autora es Maestra en Artes – Escritura de Guion por la Universidad Napier de Edimburgo / @alexamenexa