El jefe, ¿cuándo cambiarlo?
Armando Vásquez Alegría, periodista con más de 35 años de experiencia, LAE, MCO, DAP.
¿En qué momento una organización debe cambiar de jefe principal?
Aquellas que son democráticas cuentan con un periodo en el cual se elige un nuevo dirigente y hay otras, como las empresariales, donde el dueño es el jefe, ¿pero en otras, donde la elección de las jefaturas es vertical o simplemente definida de antemano (heredada, pues) o bien, impuesta por alguna autoridad superior, cómo es posible destituirlo ante un mal trabajo realizado?
Para que una organización cuente con un ritmo adecuado -armonía, compás, tiempos pertinentes-, se requiere que persistan dos tipos de fuerzas: una ascendente y otra descendente.
Y lo más importante, que ninguna de las dos se sobreponga encima de la otra pues entonces ocurren las distorsiones, los roces y los problemas internos cuyo dolor de cabeza es directamente proporcional a la importancia dada para encontrar una solución conjunta.
Esa supuesta regla de que el jefe es el responsable directo de lo bueno o lo malo que acontezca a su alrededor poco a poco se desdibuja desde el momento en que las inercias negativas de la organización ocupan espacios importantes entre mayor sea el número de colaboradores que las comparten.
En la base se requiere una manzana podrida para echar a perder el cesto.
Y claro, se culpa al jefe de no haberla detectado a tiempo y quitarla de su posición.
¿Pero qué pasa cuándo son varias o bien, adrede se ejecutan acciones para destruir la organización?
Usted mismo que lee esto y quiere destrozar a la organización a la que pertenece puede hacerlo impulsando la desconfianza hacia quien da las órdenes.
Se sabe que un solo mensaje negativo se propaga entre catorce personas y uno positivo en siete.
Poco a poco se conforma una percepción que una vez sembrada deja un sentimiento negativo difícil de cambiarlo a positivo.
Es entonces cuando se deteriora la imagen del jefe, quien, si no sabe qué hacer, dejará que los comentarios negativos y falsos sobre su persona continúen, esto por un lado, por el otro, si actúa equivocadamente -de manera visceral o bien, inventando contraestrategias inadecuadas-, logrará que se incremente al doble la mala percepción sobre su persona.
Lo único que puede salvar su malograda reputación es un trabajo permanente de responder con el ejemplo en todas sus acciones para que sea dicha actuación la campaña en contra.
Es decir, debe laborar al doble de lo normal.
Hay que recordar que el ejemplo arrastra y trabajo mata grilla.
Si no lleva a cabo este accionar, entonces sí, estaremos ante la perspectiva de que se amplíen las posibilidades de cambiar de jefe en la organización.
Armando Vásquez Alegría, periodista con más de 35 años de experiencia, LAE, MCO, DAP.
Es director de Editorial J. Castillo, S.A. de C.V. y de CEO, Consultoría Especializada en Organizaciones…
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