El impacto social del consumo de estupefacientes

El autor es director de Humanidades del Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte.

Hace unos días me impactó conocer la noticia de un chico que bajo los efectos de estupefacientes se quitó la vida con una pistola.

Asimismo, los medios de comunicación comparten tristes historias de muertes por sobredosis, accidentes bajo efectos de algún químico ilegal o pobres vidas de personas con problemas de adicciones.

Mucho se ha hablado de la situación del narcotráfico en nuestro país, pero poco se ha hecho en lo relacionado con el combate para evitar el consumo de drogas, en especial en las nuevas generaciones.

Los adolescentes y jóvenes de hoy están más expuestos a la oportunidad de usar drogas que las generaciones anteriores.

Por ello, es importante orientar la prevención fortaleciéndolos frente al riesgo.

Ciertamente, ha habido mucha publicidad con slogans como “Di no a la drogas”, pero tienen un impacto casi nulo en las conciencias de los individuos, debido a que no basta con anuncios para impedir que alguien se inicie en el complejo mundo de las adicciones.

En mis años de preparatoria y universidad, uno le decía drogadicto a aquél que consumía mariguana y se le veía en una forma muy despectiva.

Hoy sabemos que no sólo es mariguana, pastillas o thinner lo que se consume como drogas, sino también cocaína, crack, heroína, cristal, speed y éxtasis, entre otras sustancias.

Esta realidad no le asusta de manera personal a los adultos pero cuando piensan en sus hijos entonces sí, todo cambia de perspectiva.

La pregunta es ¿cómo disminuir un problema tan público como es el consumo de las drogas, aunque muchas veces se esconda o se niegue al interior de cada familia o en la misma sociedad?

¿Quién de nosotros no sabe que “fulano”, “mangano” o tal licenciado, ingeniero o político es asiduo consumidor de drogas?

Lo triste de esto es que los últimos en enterarse sobre la adicción de alguien son los seres queridos: esposas, hijos, papás, hermanos; aunque ya lo sabían los vecinos, compañeros de escuela y de trabajo.

Así todo se viene abajo y salen a relucir diversos “porqués”: falta de dinero, fraudes, altibajos emocionales, problemas de salud, problemas sexuales, apatía por diversas labores, irresponsabilidad, etc.

Debido a esta realidad, diversas empresas, en sus procesos de selección de personal, están realizando investigaciones personales y exámenes antidoping para evitar personas que debido a una adicción puedan propiciar diversas problemáticas con el cliente interno y externo, y puedan deteriorar la imagen de la organización.

Este mecanismo debería ser una constante en el sector gubernamental para evitar que funcionarios públicos enfermos propicien algún tipo de problema con la ciudadanía a la cual sirven.

Termino con lo siguiente: ¿valdrá la pena el éxito profesional cuando uno no ha sido capaz de empezar con el éxito en el propio cuerpo?, ¿valdrá la pena dedicar cientos de horas a la vida laboral o al prestigio social o político cuando por falta de atención y de acompañamiento nuestros hijos están inmersos en el escabroso mundo de las drogas?, ¿valdrá la pena tener “todo” cuando no se cuenta con la sobriedad del marido, del papá, del hermano o de los hijos?

¿Usted, qué piensa?

El autor es director de Humanidades del Tecnológico de Monterrey Campus Sonora Norte.

Presidente de Grameen de la Frontera.

@rafaelroblesf