El destino de nuestro patrimonio personal
La autora es Maestra en Derecho Internacional Privado por la Universidad de Sonora.
Cuántas veces hemos escuchado la frase: ¿Sabes para quién trabajas?, en el buen sentido de estas palabras, deberíamos decidir qué personas recibirán todo nuestro patrimonio personal al ocurrir nuestra muerte, pero la mayoría de nosotros no lo decidimos.
Pasamos gran parte de nuestra vida forjando un patrimonio personal, no importa su tamaño, lo que importa es que ha sido producto de nuestro esfuerzo y disciplina, así que al menos debemos decidir a qué manos pasará este patrimonio cuando nosotros ya no estemos.
Mencionar la palabra testamento en una reunión familiar, aún en estos tiempos, causa incomodidad entre los presentes, quizás porque asociamos esta palabra con la muerte o porque realmente nos enfrentamos a la disyuntiva de hacer o no, una reflexión y decidir algo que a los ojos de los demás sea justo.
Pero el testamento es el único documento legal que garantiza cuál es nuestra última voluntad y cómo se distribuirá nuestro patrimonio entre nuestros seres queridos.
Según las estadísticas, en nuestro país, uno de cada 500 mexicanos en edad de hacer su testamento lo ha otorgado y si a esto agregamos que durante la pandemia, la cifra de muertos está por el orden de 78 mil personas, cuántas de éstas pudieron otorgar su testamento y no lo hicieron, esto significa que además de pasar por el duelo de perder a su familiar, se enfrentarán posiblemente a un procedimiento judicial para resolver quiénes serán los herederos del finado y lo más probable es que se presente una discordia familiar.
Todo esto se traduce no sólo en un problema familiar, sino también en un problema económico, porque los bienes requieren mantenimiento y cuidados para su conservación y al no definirse para quiénes serán las propiedades y derechos del finado, nadie se responsabiliza, convirtiéndose en una gran pérdida económica para toda la familia.
Si no decidimos por nosotros mismos a qué manos pasará nuestro patrimonio al momento de nuestra muerte, quien decidirá será un juez con apego a la ley y sin duda, muy lejano de lo que nosotros queríamos o deseábamos.
Promover la cultura testamentaria debe ser también un acto cívico.
Creo que si nuestros difuntos volvieran y observaran lo que sucede con su patrimonio cuando no otorgan su testamento, posiblemente sentirían mucha tristeza; pensarían:
“Tanto que me esforcé, no era esto lo que deseaba”.
Quienes han experimentado un proceso judicial intestamentario ya sea en cabeza ajena o propia, no podrán desmentirme, saben de lo que hablo, el desgaste emocional, los gastos económicos, la duración del proceso para adjudicar la herencia, la discordia familiar que puede terminar en la ruptura de los lazos familiares.
No lleva mucho tiempo hacer su testamento y si aprovechan los beneficios de la Campaña: Septiembre, Mes del Testamento que este año se prolonga en nuestro estado hasta el 31 de diciembre, podrán hacerlo a un precio accesible.
Decidamos sobre el destino de nuestro patrimonio personal, no heredemos problemas y preservemos la unión familiar.
La autora es Maestra en Derecho Internacional Privado por la Universidad de Sonora, Titular de la Notaría Pública número 106 en Hermosillo, Sonora, Presidente de Consejo de Business Partners y Vicepresidente de Consejo de Asociación Mexicana de Mujeres Empresarias Amexme, Capítulo Hermosillo, A.C.