Deja que los niños aprendan de ti
El autor se dedica a la Comunicación Estratégica para el Aprendizaje de Grupos y Públicos Meta. direccion@leonmayoral.com
Presencié una escena en casa protagonizada por mi hijo y sus dos pequeños, de siete y de cinco. Tratando de que éstos no riñeran por su derecho a ver la televisión, su papá propuso turnos que a partir de ese momento se irían alternando; explicó el funcionamiento operativo de tales turnos de manera sencilla, un día tocaría al niño y otro día tocaría a la pequeña; pero en esta primera ocasión el azar decidiría de quién sería el primer turno. Los dos asintieron, con una sonrisa en los labios y cierta emoción expectante en sus manitas inquietas.
El sorteo se preparó con una caja transparente, papelitos blancos y un marcador. Los nombres fueron introducidos en la caja transparente y la abuela fue la mano santa que sacó al ganador. Lo que siguió fue un inesperado pleito mayor que el anterior. Gritos, quejas, acusaciones y lamentos por todos lados. Las típicas generalizaciones infantiles de “él siempre gana” y “ella por todo llora” fueron mutuamente lanzadas en esa explosión momentánea. Finalmente todo concluyó ante la estentórea voz del papá señalando la falta de comprensión y de respeto a los acuerdos que parecía hacerse presente. He pensado en todo esto y reflexionado.
Por más que quiera, un adulto no puede forzar el natural desarrollo de la persona que se da a través del madurar. Los niños tienen su ritmo para aprender y no cualquier etapa es -ni biológicamente- propicia para comprender determinados conceptos. Hay que considerar que en la niñez temprana hay poca atención a las reglas y no se reconoce la figura del concurso. A esas edades apenas está en formación su identidad individual tan necesaria siempre durante nuestra vida. Hasta la etapa siguiente, la niñez intermedia, las reglas son reconocidas e incorporadas a la conciencia y conducta. El adulto debe guiar la relación de los niños; a través de esta interacción ellos aprenderán a comportarse y tratar a los otros. Esa guía será mejor si se acompaña de explicaciones y comentarios morales formativos que ayuden a que los pequeños asocien ideas y comprendan el funcionamiento y mejor versión de nuestra sociedad.
El adulto debe asumir su papel guía con consciencia y responsabilidad. No es sensato dejar que los niños aprendan solos de sus experiencias. Hacerlo es riesgoso y retardatario. A la humanidad nos tomó milenios llegar a la moralidad del Talión, si bien limitada y cruel. Y después de recibir las enseñanzas altamente morales de Jesucristo, llevamos más de dos mil años sin atinar a comprender y extender ese mayor nivel moral.
Piaget ha propuesto conocer a fondo el funcionamiento de la mente y conducta humanas. Vygotsky ve el aprendizaje como un proceso colaborativo donde los niños aprenden en la interacción social. Con esto podría antojársenos dejar su desarrollo en sus propias manitas, pero los adultos o compañeros más avanzados debemos ayudar a dirigir y organizar el aprendizaje del niño para que éste pueda dominarlo e internalizarlo.
Conozcamos el natural funcionamiento de la mente y la conducta humana; conozcamos los mecanismos de aprendizaje social del niño; y con esto en consciencia asumamos nuestra responsabilidad como adultos, siendo el andamiaje necesario para nuestros pequeños. Esta sería la guía más eficaz para ayudar a los niños a cruzar la brecha que hay entre lo que pueden hacer y lo que todavía no están listos para conseguir por ellos mismos, pero que, con nuestro adecuado apoyo, felizmente lograrán.
León Mayoral
Comunicación Estratégica para el Aprendizaje de Grupos y Públicos Meta.
direccion@leonmayoral.com