Beso carmín

Por mucho tiempo no entendí por qué las señoras se pintaban la boca a cada rato. Conozco a unas en particular. Cuando de niña tuve que ir a un asilo, como obra social, me daban a escoger entre pelar papas o deshojar el cilantro.

Escogí pelar papas, que ni sabía cómo, pero días antes había deshojado varías flores quitando los pétalos con un “me quiere, no me quiere”... hasta que me di por vencida al no ser afortunada por aquel niño que pasaba en bici por mi casa. En fin, escogí pelar papas.

Al entrar a la cocina del asilo, pude notar una torre de ollas malgastadas que entre sus abolladuras, grasa pegada y asas rotas, habían dado alimento por años a muchos ancianitos que habían pasado sus últimos días en ese lugar. Rosa era la cocinera, y me sentó junto a ella con un pelapapas y una cubeta llena de papas deformes.

Nunca había pelado papas, tendría diez años si acaso. En cambio, ella lo hacía con tal habilidad que apantallaba, pero lo que a mí me apantalló fue el que después de cada papa se pintara la boca de rojo carmín. Primero no le tomé importancia, luego se me hizo cómico, luego la creí “algo” loca, hasta que mi curiosidad no pudo más y le pregunté por qué lo hacía.

Me dijo que le gustaba tener sus labios coloridos porque en cualquier momento podrían salir palabras de su boca, y que cada susurro que dijera quería que llevara un poco de color, y carmín, como el color del corazón. Si no estaba pintada sus palabras sonarían “color bologna”, insípida, despintadas.

Además, me dijo: — en las noches planto mi beso sobre la frente de cada anciano para que los acompañe en su velada… si no es por eso, ¿quién los acompañaría? Desde entonces, entiendo por qué las señoras se pintan tanto la boca. Con los labios rojos se sienten vivas.

Y que no se confunda con la pasión, simplemente quieren dejar plasmado un beso de amor.

La autora es escritora, ilustradora y creadora de La Fábrica de Cuentos, cuentos personalizados.

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