Amor en tiempo de pandemia

El autor es licenciado en Periodismo y chef profesional

En un oscuro estacionamiento, justo frente a la farmacia, abrí mi celular y sentí de golpe como si abrieran la regadera; a borbotones brotaron lágrimas que en menos de un minuto empaparon el cuello de la camisa; el video que había llegado a mi celular no merecía menos, era la prueba fehaciente de que el amor sigue triunfando aún en estos tiempos tan difíciles.

Tres días antes, muy de mañana, sonó el celular mientras caminaba con Jonás en el parque, se trataba de Juan “El Rorro”, su saludo fue confuso: emocionado, nervioso y preocupado a la vez, podía deducir hacía donde nos llevaría la conversación, pero jamás imaginé dónde terminaría.

Debido a la amistad que nos une, conocía su historia de altibajos en el amor, después de 13 años de casado las diferencias que residen en toda mente humana habían logrado fracturar su matrimonio sumergiéndolo en una poderosa tristeza, bueno, ni tanto, porque la esperanza no había muerto; aún cuando él no era partidiario de abandonar su casa, supo que era lo mejor, se alejó de su esposa y dos hijas para tratar de reconstruir desde fuera lo que había derrumbado las circunstancias. Así pasó un largo año, lleno de retos, triunfos y sinsabores; varias sesiones de terapia y mucho golpes, de esos que mayugan la conciencia y estremecen el espíritu.

Y como en todo proceso de aprendizaje, había llegado la graduación y con ella, el inicio de una nueva etapa: En tres días se reintegrarían como familia, una nueva familia en muchos sentidos, y

para marcar de manera innolvidable ese momento, pensó en una cena sorpresa ¿Qué tenía eso de particular? Mucho, estarían sentados nuevamente alrededor de la mesa, compartiendo la comida, regalándose sonrisas y conviviendo como antes, o quizá, mejor que antes.

Así que tuve el gran honor de ser una especie de cupido cocinero, la solicitud de su parte fue muy clara en aquella llamada: “Quiero estar con mi familia, a solas, cenar y que esa cena sea el inicio de una nueva etapa, sus platos favoritos son pollo empanizado, pasta... y eso si, que haya buen postre y mucho pan”. Y mientras renovaban sus votos matrimoniales al interior de la Iglesia de la Candelaria, ellos solos, los 4, sin familiares ni fotógrafos; nos dimos a la tarea de montar mesas, sillas, focos y flores en el patio de su casa. Cuando venían de regreso, puse platones llenos de

comida repartidos alrededor de la mesa: pechugas empanizadas con salsa de champiñones, espagueti con crema, ensalada de espinacas, bastante pan y un gigante pay de queso.

Nada  extravagante, nada de otro mundo, pero todo apegado a la nostalgia, al corazón, al cariño que siente por su familia. A la señal del “Rorro”, salí veloz de la casa mientras por otra calle llegaba junto a su familia, directo a la fiesta de graduación matrimonial. Mientras, me estacioné en una plaza comercial contigua para tomar un respiro, y cuando bajaba los vidrios del carro, vibró el celular, lo abrí y apareció un video donde les daba la sorpresa entre gritos, lágrimas y sonrisas, un video que me recordó la importancia de la comida familiar, el momento más importante de unión y reencuentro.

El autor es licenciado en Periodismo y chef profesional, creador de contenidos gastronómicos para plataformas digitales y embajador de marcas de alimentos.

@chefjuanangel