¿Somos pontífices?

Para saber

Al Papa se le suele denominar también como el “Sumo Pontífice”, pero ¿qué significa ese título? La palabra “Pontífice” proviene de dos palabras latinas: “pontis”, que significa “puente”. Y de la palabra “ifice” que significa constructor. Por ello, “pontífice” expresa el “constructor de puentes”. Aunque algunos también la derivan del etrusco, en donde significaría “sacerdote”. En cualquier caso, se ha utilizado para designar al Papa como el constructor del puente entre Dios y los hombres. Jesucristo es el Sumo Sacerdote y unificó a la humanidad con Dios, por ello la misión de su vicario en la tierra, el Papa, es servir de puente.

En su reflexión sobre Los Hechos de los Apóstoles, el Papa Francisco explicó cuál fue la actitud de San Pablo al llegar a Atenas, una ciudad pagana y corazón de Grecia. Cuando el Apóstol llegó, se indignó al ver la ciudad llena de ídolos (Hch 17,16). A pesar de la decadencia política, Atenas aún conservaba la primacía de la cultura. Pero Pablo, en lugar de huir del paganismo, construyó un puente para dialogar con esa cultura y hacerles conocer al Dios verdadero.

Para pensar
Pablo eligió familiarizarse con la ciudad pagana, frecuentó los lugares y a las personas más significativas. Fue a la sinagoga que era símbolo de la vida de fe; fue a la plaza, símbolo de la vida urbana; y fue al Areópago, símbolo de la vida política y cultural. Conoció a judíos, filósofos epicúreos y muchos otros. De este modo, Pablo observó su cultura y el ambiente del mundo pagano, pero no lo miró con hostilidad, sino con los ojos de la fe.

Pablo elige la mirada que lo lleva a abrir una brecha entre el Evangelio y el mundo pagano. En el Areópago, realiza un ejemplo extraordinario de inculturación del mensaje de la fe: a los adoradores de ídolos les anuncia a Jesucristo, y no lo hace atacándolos, sino haciéndose “pontífice, constructor de puentes”.

El Papa nos invita a cuestionarnos la forma en que vemos nuestras ciudades: ¿las observamos con indiferencia? ¿Con desprecio? ¿O con la fe que reconoce a los hijos de Dios en medio de las multitudes anónimas?

Para vivir
En Atenas había un altar dedicado al “dios desconocido” y San Pablo lo toma como ejemplo para hablarles y entrar en empatía con sus oyentes: “Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar”. Proclama al Dios “que no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero”. A partir de ahí les anuncia el mensaje cristiano. Y aunque casi no encuentra acogida, una mujer, Dámaris, y Dionisio se adhieren a su palabra y se abren a la fe. A partir de ellos la fe comenzará a esparcirse por toda la región.

Con el ejemplo de San Pablo, el Papa Francisco nos propone no encerrarnos, sino pedir “la capacidad de inculturar con delicadeza el mensaje de la fe, observando a los que viven en la ignorancia de Cristo con una mirada contemplativa movida por un amor que inflame hasta los corazones más endurecidos”.

Cada uno en el lugar donde vive, donde trabaja o estudia, en sus relaciones sociales y familiares, ha de vivir su fe, iluminando las realidades cotidianas con la luz de la fe. Esa luz ayudará a los demás a encontrar y cruzar el puente que los lleve a Dios.

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