¿Por qué hay mal en el mundo?
¿Por qué hay mal en el mundo?.. escribe Pbro. José Martínez Colín en #VivirEnCristiano
Para saber
Ante las desgracias que nos rodean, surgen preguntas que siempre han acompañado a la humanidad, ¿por qué existe el dolor? ¿Por qué hay mal? ¿De dónde viene el dolor y la muerte? ¿Quién es culpable? ¿Cómo entra Dios, que es infinitamente bueno, en todo esto?
La llamada “Parábola de la cizaña” da muchas luces y respuestas a esas inquietantes preguntas. En ella Jesús explica que un hombre sembró buena semilla en su campo. Y mientras dormían los cuidadores, vino el enemigo y sembró cizaña. Al poco tiempo, creció la semilla y la cizaña a la vez. Los criados fueron a preguntarle al dueño del campo cómo es que había cizaña. El amo les explica que fue el enemigo quien la sembró. Cuando quieren ir a arrancar la cizaña, el amo no se los permite, porque se corre el riesgo de arrancar juntas las malas hierbas y el trigo. Es necesario esperar a la cosecha: solo entonces se separarán y la cizaña será quemada.
De esa manera, Jesús explica realidades profundas: el campo es el mundo y quien siembra la buena semilla es Dios. En cambio el enemigo es el diablo. Con ello podemos saber que Dios siempre siembra cosas buenas, nunca el mal. Seríamos injustos en atribuirle a Dios el mal. Recordemos que Dios, al crear, todo lo hizo bueno. Fue debido a que no usaron bien de su libertad que al hacer el mal, tanto el diablo como el hombre, causaron que entrara en el mundo la cizaña: el dolor, el sufrimiento, la misma muerte.
Para pensar
Se cuenta que en una escuela una buena niña, Laurita, por recibir un golpe involuntario, en un arranque de ira agredió a su compañera: la insultó y le dio una patada. Fueron llamados los papás y la profesora en frente de la niña explicó: —Suele portarse bien su hija, pero ustedes saben que el demonio tienta y se ve que Laurita no tuvo fuerzas para dominarse.
Entonces Laurita intervino: —Tal vez lo de insultar sí me lo propuso el demonio, pero lo de darle una patada, eso sí salió de mí.
Sucede que, efectivamente, el mal no siempre es debido al demonio, sino que el hombre es cómplice y muchas veces quien toma la iniciativa. En la parábola podríamos decir que la cizaña pudo sembrarla el enemigo, porque los cuidadores dormían en vez de vigilar. También tenían parte de la culpa. Lo mismo sucede en nuestras faltas, muchas veces estamos descuidados, “dormidos”, y no luchamos para evitarlas.
Para vivir
¿Por qué Dios no acaba con el mal? La parábola nos da luces. El Papa Francisco, que la comentó, dice que ahí descubrimos la razón: Dios es paciente con nuestras faltas porque espera nuestra conversión. Ello nos da mucha esperanza.
A veces podemos ponernos como jueces de las faltas ajenas, como los siervos que quieren eliminar enseguida el mal, pero hemos de asumir la misma mirada de amor de Dios, que ve al buen trigo.
El mal, por supuesto, debe ser rechazado, pero los malvados son personas con las que hay que tener paciencia. Jesús vino a curar a los enfermos, a buscar a los pecadores, no a destruirlos. Hemos de ser pacientes como Dios lo es. Teniendo presente la paciencia que Dios tiene con nosotros.
A Dios le corresponde juzgar y al momento de la cosecha, el juicio final, premiará a los buenos y castigará a los que no quisieron convertirse.