Para cambiar, orar
Para cambiar, orar, escribe Pbro. José Martínez Colín
1)Para saber
Jean-Marie Lustiger fue Arzobispo de Paris. Nació en una familia judía. Siendo niño, en la ocupación nazi a Francia, su madre fue deportada y murió en las cámaras de gas de Auschwitz en 1943. Jean-Marie se convirtió al catolicismo y se ordenó sacerdote. Cuando el Papa San Juan Pablo II lo asignó como arzobispo de la archidiócesis de París en 1981, le preguntaron cuál era el punto más importante de su plan pastoral. Su respuesta sencilla sorprendió a más de uno: “El punto central del plan pastoral es la conversión del Arzobispo”.
Lograremos servir y ayudar mejor, si mejoramos. Una manera de lograr ese cambio favorable se da en la oración, afirmó el Papa Francisco. Continuando con su catequesis sobre la oración, tomó el ejemplo del Patriarca Jacob, quien cambió después de su oración.
Jacob fue un hombre con ingenio y sagaz, pero debía mejorar. Yendo hacia su hogar, mientras oscurece, un desconocido lucha con él durante toda la noche. Al fin, el misterioso luchador lo vence, lo bendice, le cambia su nombre, de Jacob a Israel y le cambia su actitud. Ahora es un hombre nuevo. El Catecismo explica que este relato es un símbolo de la oración: un combate de la fe, donde la perseverancia es premiada con un cambio favorable (CIC, 2573).
2) Para pensar
Aunque para lograr un cambio profundo se ha de contar con la ayuda de Dios, no ha de faltar el esfuerzo personal.
Se cuenta que en la antigüedad, en un país de habla inglesa, atraparon a dos hermanos por haber robado ovejas. En castigo se les hizo un tatuaje en la frente con las letras S.T., que en ingles significa “Sheep Thief” (ladrón de ovejas).
Uno de los hermanos, avergonzado, se fue a una tierra remota, pero todos reconocían su significado, y decidía cambiar de lugar. No tuvo descanso, pues en todas partes era señalado. Después de largos años, lleno de tristeza y amargura murió y fue enterrado lejos de su hogar.
El otro hermano se dijo a sí mismo: “No puedo quitarme la marca, ni puedo huir del hecho que robé. Me quedaré aquí y trataré de recobrar el respeto de los demás y de mí mismo”. A partir de entonces fue un hombre ejemplar y con el paso del tiempo se creó una gran reputación por su honradez. Pasaron largos años, cuando llegó un extranjero y al ver al anciano con las iniciales en su frente, preguntó a un aldeano qué significaban esas iniciales. Le contestó: “Parece que fue por algo de hace muchos años. Las letras son la abreviatura de la palabra “Santo”, pues así es ese hombre”.
Mientras hay vida, siempre es posible el cambio. Aunque no podemos borrar sucesos pasados, sí podemos influir en nuestro futuro.
3) Para vivir
También nosotros podemos tener momentos oscuros, momentos de pecados, momentos de desorientación, dice el Papa. Pero ahí Dios nos espera siempre, cuando no nos lo esperemos. Si en esos momentos oramos, tomaremos conciencia de ser solo pobres hombres, pero Dios nos dará un nombre nuevo; nos cambiará el corazón y nos dará la bendición reservada a quien se ha dejado cambiar por Él.
El Papa nos invita introducir la oración en nuestra vida, y dejarnos cambiar por Dios, pues Él sabe cómo hacerlo, porque conoce a cada uno de nosotros.