La ONU es bipolar
Es de agradecer que ahora, un tiempo en el que hay días para conmemorar prácticamente todo –siempre es bueno tener algún pretexto para celebrar- tengamos un día dedicado a festejar a las personas que padecen Síndrome de Down (21 de marzo a partir del año 2012). Este año tiene el lema “No dejar nadie atrás”, con la idea de no relegarlos y fomentar una cultura de la inclusión.
La ONU busca así generar sensibilidad hacia estas maravillosas personas, probablemente algunas de las más felices de nuestro mundo. También, lamentablemente, en peligro de extinción, y no precisamente por haber encontrado la cura o la terapia adecuada, sino porque en los países industrializados cada vez más se les está negando la posibilidad de vivir. La praxis comúnmente difundida es realizar el diagnóstico prenatal y, si viene el niño con Trisomía 21, directamente se les recomienda a los padres abortar.
Ahora bien, la ONU es por lo menos poco coherente, si no esquizofrénica o bipolar pues, por un lado, instaura el Día del Síndrome de Down y por otro presiona para incluir al aborto como un derecho humano. Si el 21 de marzo festejamos a los niños Down, el 28 de septiembre celebramos el Día Internacional del Aborto Seguro. Lo curioso es que gracias al “aborto seguro” cada vez nacen menos niños down. Es como reconocer el papel fundamental de los “vaqueros” y los “pieles rojas” simultáneamente.
La oficina del Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos se encarga entonces de promover el aborto como “derecho humano”, negando el derecho a la vida del niño por nacer. Pero, ¿si no es humano, entonces qué es? No es un gorila, es un ser vivo de la especie humana, diferente de la madre que simplemente necesita un poco de tiempo para ser viable. Las excusas para justifícalo son múltiples: no tiene desarrollado el sistema nervioso, no sufre, no es consciente, el trauma de la madre, los derechos de la mujer. Obviamente, en algún caso, puede haber un conflicto de derechos, pero en esas tristes ocasiones no deberíamos olvidar que existe una jerarquía en los derechos, siendo el derecho a la vida fundamental y la raíz de todos los demás. En caso de conflicto, debería primar, y no funciona el utilizar a las mujeres como pretexto, porque por lo menos la mitad de los abortos son de sexo femenino.
Esta clara incongruencia, fomentar la inclusión y el reconocimiento de la dignidad de los niños down por un lado y promover por otro una cultura que los extermina, puede ser expresión de la hipocresía de lo “políticamente correcto”: impulsamos una “cultura de la inclusión” junto con el más craso individualismo egoísta. Ambas actitudes son políticamente correctas, pero en los hechos resultan contradictorias. No importa, lo fundamental es mantener el dogma del political correctness. Lo lógico sería, sin embargo, cuestionarse ese férreo dogmatismo por ser inconsistente en la práctica, pero quizá no estamos dispuestos a pagar ese precio, prefiriendo vivir en la simulación.
Cabe también otra posibilidad: simplemente la ONU es un caleidoscopio donde confluyen multitud de visiones y planteamientos, que simultáneamente buscan sus propios objetivos, siendo estos divergentes en algunos extremos. Así, mientras unos buscan defender la dignidad humana fomentando la inclusión de los niños down, otros buscan hacer lo mismo promoviendo el “aborto seguro”. ¿Cuál de las dos tendencias prevalecerá en la ONU? Por el momento es bipolar.
Lástima que, si prospera tendencia abortista, poco a poco desaparecerán las personas con síndrome de Down, se cancelará el festejo del 21 de marzo, seguramente se considerará un triunfo de la civilización equiparable a la erradicación de algunas enfermedades como la viruela. Perderíamos, sin embargo, a algunas de las personas más felices del mundo, que permanecen siendo niños toda su vida, y que sensibilizan y humanizan a su familia y a la sociedad. La exacerbación del individualismo, cuya manifestación más brutal es el aborto –decido que mueras porque obstaculizas mi realización personal-, convertirán progresivamente a este mundo en un lugar menos habitable, donde la vida perderá su valor intangible, su dignidad, valorándose exclusivamente por su productividad y capacidad de disfrutar. La legitimación del aborto, conduce al reconocimiento de la eutanasia, al hastío de vivir. La vida pierde su valor. La valoración de los niños down fomenta, por el contrario, el reconocimiento de que la vida está por encima de la utilidad y el placer, siendo un misterio que debemos custodiar. Nos capacita para crear una sociedad más humana y solidaria, donde merezca la pena el esfuerzo de vivir.
P. Mario Arroyo
p.marioa@gmail.com
Doctor en Filosofía