Dispuestos al combate
Dispuestos al combate, escribe Pbro. José Martínez Colín en #VivirEnCristiano
1) Para saber
En el frente de guerra se debe estar constantemente prevenido frente al enemigo, aunque no esté presente. Pues hay otro enemigo que no hace perder la vida, sino el tiempo. Hay periodos en que no se dispara, pudiéndose caer en la pereza, el ocio y la molicie, dejando de estar en forma para combatir.
El Papa Francisco, en su reciente Audiencia, comentó que la oración requiere también de una lucha constante. El silencio y la concentración no son fáciles. Muchos santos no tuvieron una oración “cómoda”, sino que lucharon con perseverancia durante años sin sentir ningún gusto.
Aunque ciertamente la oración produce una gran paz interior, es común que sea como resultado de haber combatido. El mismo Papa confesaba que a él también le pasa que al ponerse a orar, le viene la tentación de hacer otras cosas que en ese momento le parecen más importantes o urgentes.
Pero después se da cuenta de que esas cosas no eran esenciales. El enemigo nos engaña así.
2) Parapensar
El Papa Francisco recordó un suceso que vivió de cerca, cuando estaba en una diócesis de Argentina, sobre el combate de la oración.
Había una pareja que tenía una hija de nueve años, con una enfermedad que los médicos no sabían lo que era. Y al final, en el hospital, el médico le dijo a la madre: “Señora, llame a su marido”. El marido estaba en el trabajo, pues era obrero y trabajaba todos los días.
El médico le dijo al padre: “La niña no pasará de esta noche. Es una infección, no podemos hacer nada”. Ese hombre tenía una fe grande y no se dio por vencido.
Salió llorando, dejó a la mujer allí con la niña en el hospital, tomó el tren e hizo los setenta kilómetros de distancia hacia la Basílica de la Virgen de Luján, la patrona de Argentina.
Llegó casi a las diez de la noche y la basílica estaba ya cerrada, pero él se aferró a las rejas de la Basílica y pasó toda la noche rezando a la Virgen, combatiendo por la salud de la hija. Relataba el
Papa: “Esta no es una fantasía, ¡yo lo he visto! Combatiendo ese hombre allí”. Al final, a las seis de la mañana, se abrió la iglesia y él entró a saludar a la Virgen.
Volvió a casa y cuando llegó encontró a su esposa sonriente que le decía: “No sé qué ha pasado; los médicos dicen que ha cambiado y que ahora está totalmente curada”. Ese hombre luchando con la oración obtuvo la gracia de la Virgen.
Concluía el Papa: “Esto lo he visto yo: la oración hace milagros, porque la oración va precisamente al centro de la ternura de Dios que nos ama como un padre. Y cuando no se cumple la gracia, hará otra que después veremos con el tiempo. Pero siempre es necesario el combate en la oración para pedir la gracia".
Pensemos si somos perseverantes en la oración, aunque nos cueste esfuerzo.
3) Paravivir
Los peores enemigos de la oración están dentro de nosotros: el desaliento ante la sequedad, la tristeza de no entregarnos al Señor, la decepción por no ser escuchados según nuestra voluntad, la tentación del activismo, pensar que no somos escuchados (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2728).
Tengamos la certeza de que cuando rezamos nunca estamos solos y de que en los tiempos de oscuridad, el Señor Jesús siempre está a nuestro lado, nos sostiene, nos guía y nos protege.