De protestas y violencia: Índice de Paz Global 2020
De protestas y violencia: Índice de Paz Global 2020, escribe Mauricio Meschoulam
Dos factores destacan del Índice de Paz Global 2020, elaborado por el Instituto para la Economía y la Paz (IEP). El primero, el énfasis que se coloca en la desigual distribución de la paz a nivel mundial. El segundo, el rol de las protestas masivas durante el último año. No se trata de temas desconectados porque, como bien lo explica el instituto, la paz no se limita a la ausencia de violencia.
Primero, la brecha entre los países más y menos pacíficos se mantiene aumentando de manera constante. Si comparamos datos actuales como el número de muertes por conflictos armados, con las del siglo XX o XXI, podríamos decir que el mundo vive tiempos considerablemente "pacíficos". Sin embargo, esa información puede ser malinterpretada si se asume que el promedio de lo que ocurre en el globo retrata al todo. A pesar de las mejoras de largo plazo, la paz a nivel global se ha deteriorado un 2.4% en los últimos 10 años. No obstante, los 20 países más pacíficos del mundo se mantienen constantemente en los sitios elevados de la escala, mientras que los 30 menos pacíficos -esos que concentran la mayor parte de las guerras, el crimen violento y otras clases de violencia- terminan siendo siempre los mismos.
Pensemos en México para no irnos tan lejos. Una vez más somos de los 26 países menos pacíficos del mundo. Es verdad que las caras que adopta la violencia en nuestro país podrán ser distintas que en Irak, Afganistán, Siria o Somalia. Sin embargo, a nadie queda duda de que estamos viviendo los tiempos más violentos de las últimas décadas.
Estos factores no se encuentran desconectados de otro de los aspectos que destaca el reporte del 2020: el rol de las protestas masivas. Ante la ausencia o debilidad de pilares de paz positiva (las actitudes, instituciones y estructuras que crean y sostienen la paz), se produce la percepción de que no hay vías institucionales para canalizar y procesar las demandas sociales, y que además de ello, no parece haber expectativa de que las cosas vayan a cambiar.
Esto genera una frustración colectiva que se manifiesta en la calle y que hoy se comparte empleando a las redes sociales como grandes megáfonos que tienden a acentuar sentimientos como el enojo, la impotencia, el miedo o la vulnerabilidad y que, de acuerdo con lo que se está investigando, facilitan los procesos de polarización. Hay un facilitador adicional: la respuesta que algunas de las autoridades deciden dar a las protestas. En muchos casos, la decisión de reprimirlas o detenerlas, no hace otra cosa que activar una espiral ascendente que, entre ciertos sectores, puede terminar por incentivar la radicalización. Mirando el panorama en su conjunto, el 58% de las protestas durante 2019 se tornaron violentas.
Hay varias lecciones: La primera es que la paz no se limita a la ausencia de violencia, pero la falta de paz estructural, sí tiene frecuentemente manifestaciones violentas. Si los factores de raíz no son resueltos; si el sistema se sigue caracterizando por la ausencia de estructuras e instituciones que garanticen y sostengan la paz, ésta se termina quebrando tarde o temprano. Una de sus formas de quiebre puede ser, en efecto, las protestas masivas. Pero hay otras como lo son los conflictos armados, el crimen violento o la violencia extremista. Y segundo, mientras el sistema global siga presentando una distribución tan desigual de la paz, y la brecha entre los países más y los menos pacíficos siga aumentando, nadie se salva de las consecuencias que esto ocasiona, aunque ello no sea visible de manera clara e inmediata.