Adiós Afganistán
Adiós Afganistán, escribe Mauricio Meschoulam
Es oficial: Estados Unidos se retira de Afganistán. No el 1 de mayo, como Trump lo había pactado, pero sí el 11 de septiembre para hacer coincidir a ese retiro con la fecha de los atentados del 2001. Esto no significa que la guerra en Afganistán está terminando.
Lejos de ello. Aun así, se puede observar que Biden no está tan alejado de Trump en este tema. ¿Por qué? Primero, la ciudadanía estadounidense no favorece las intervenciones internacionales
largas y costosas. Esto ha sido muy documentado por distintos estudios. Una encuesta del 2019 del “Comité bipartidista por una política exterior responsable” encontró que el 86% de los estadounidenses sentía que su ejército solo debe usarse como último recurso. Una encuesta posterior del Consejo de Chicago para Asuntos Globales indica que solo el 27% de estadounidenses considera que las intervenciones militares hacen que EU sea más seguro.
Segundo, el tema financiero. EU no tiene ya la capacidad de estar en todas partes del mundo al mismo tiempo, sostener intervenciones largas y costosas, pretender seguir a la vanguardia tecnológica y paralelamente evitar generar una deuda monumental. Endeudarse hasta el cansancio, y en especial cuando uno de los mayores acreedores de esa deuda es el mayor rival -China- no es particularmente estratégico. Considerando todo ello, la Doctrina Obama buscaba implementar repliegues de tropas, armar y entrenar a aliados locales para que fuesen ellos quienes, con un apoyo estadounidense limitado, ayudasen a avanzar los intereses de la superpotencia y así priorizar, espacios, tiempos y montos de soldados a ser enviados a sitios específicos.
Para el caso afgano, Obama trató de implementar esa estrategia desde el inicio de su gestión, pero la situación que prevalecía en ese conflicto, le impidió lograrlo hasta 2012. A partir de entonces, fue el propio Obama quien comenzó la retirada.
Más adelante, Trump negoció un acuerdo con los talibanes que permitiría el retiro total de esas tropas para este 1 de mayo, pero ello contemplaba un proceso de paz entre esos talibanes y
el gobierno afgano. Pasados los meses, sin embargo, esas conversaciones se encuentran estancadas. La violencia, en efecto, se ha reducido, pero no hay evidencias que garanticen el compromiso
talibán de cortar sus lazos con Al Qaeda o controlar al terrorismo.
Los últimos, han sido meses con atentados sangrientos y muy costosos en vidas civiles. Aun así, Biden ha decidido que el retiro de tropas debe continuar. Su visión incorpora varios de los elementos arriba señalados, con un factor adicional: si Washington sigue esperando, nunca habrá condiciones ideales para salirse.
Pero las expectativas para la situación de violencia en Afganistán no son, lamentablemente, buenas. Además, el retiro estadounidense tiene otras implicaciones geopolíticas. Primero, por el mensaje: EU se ve obligado a retirarse de su guerra más larga, no porque la “ganó”, sino porque necesita replegarse y replantear sus estrategias. Segundo, por el vacío que se produce en
un territorio en el que otras potencias rivales de Washington, como Rusia y China, tienen intereses que seguramente, ahora con la ausencia estadounidense, intentarán capitalizar.
Con todo, hay mucho que reflexionar: ¿Podía Washington permanecer en Afganistán? ¿A qué costo? ¿No había diferentes alternativas para combatir al terrorismo que la invasión de un país?
No hay respuestas simples. Solo que tenemos que asumir que desde 2001, el terrorismo en el mundo no se ha reducido, ha aumentado, especialmente en sitios como Afganistán, el país
más violento del planeta. Y esas condiciones, lamentablemente, no están por mejorar cuando las tropas de Washington se regresen a su casa.