Cuba enfrenta epidemia de dengue y chikunguña
Cuba enfrenta una epidemia de dengue y chikunguña con miles de nuevos casos cada semana, en medio de una crisis marcada por apagones, falta de combustible, escasez de alimentos, deterioro del sistema de salud y migración masiva.
Por primera vez desde que se intensificaron los brotes de arbovirosis, las autoridades cubanas utilizaron el término “epidemia” para describir la situación actual. En una reunión sobre enfermedades transmitidas por mosquitos, el presidente Miguel Díaz-Canel aseguró que el país abordará la emergencia “como mismo se trabajó el COVID-19”.
La situación epidemiológica incluye no solo dengue y chikunguña, sino también el virus de oropouche, lo que ha puesto bajo fuerte presión la capacidad de respuesta del sistema sanitario. Francisco Durán, director nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública, calificó el panorama como “agudo” y reconoció que el país atraviesa un escenario complejo.
Aunque los datos oficiales siguen siendo limitados, las autoridades han informado de 21 mil 681 casos de chikunguña —sin precisar el periodo exacto— y cerca de 2 mil 360 infecciones por dengue, en su mayoría de la variante hemorrágica. De manera general, estiman que alrededor del 30% de la población podría haberse contagiado con alguna de estas enfermedades, una proporción muy superior a la registrada en años anteriores.
En Santiago de Cuba, una de las provincias más afectadas, se reportan alrededor de mil 200 “casos febriles inespecíficos” diarios, mientras que el diario oficial Girón ha documentado hasta 4 mil casos semanales en la provincia de Matanzas. En La Habana y otras ciudades, brigadas de fumigación intentan contener la proliferación del mosquito, aunque con recursos cada vez más limitados.
A pesar de reportes y denuncias en redes sociales sobre fallecimientos vinculados a la epidemia, el gobierno cubano no ha reconocido hasta ahora muertes asociadas de manera directa a estos brotes.
¿Cómo afecta la epidemia la vida cotidiana?
Las enfermedades transmitidas por mosquitos han comenzado a alterar la rutina en sectores clave de la isla. El Instituto Nacional de Deporte, Educación Física y Recreación (Inder) canceló partidos de la Serie Nacional de Béisbol debido a la acumulación de casos de arbovirosis en varios equipos.
El Ballet Nacional de Cuba también suspendió funciones en el Teatro Nacional de La Habana, pese a los esfuerzos por reacomodar elencos y programas, al enfrentar ausencias de bailarines y personal técnico afectados por la enfermedad.
Las ausencias se han extendido a oficinas estatales, empresas privadas, escuelas, hospitales y mercados, donde se registran bajas constantes de trabajadores y estudiantes por cuadros febriles compatibles con dengue o chikunguña.
Crisis estructural y capacidades limitadas
La expansión de la epidemia se da en un contexto de crisis económica prolongada que ha reducido de manera drástica las capacidades de prevención, diagnóstico y atención médica.
La fumigación masiva, una de las principales herramientas de control del mosquito, se ha visto limitada por la falta de combustible y de insumos básicos. Autoridades locales han admitido que la disminución de la frecuencia de estos operativos está relacionada con la escasez de recursos.
A ello se suma la acumulación de basura en calles y barrios, producto del deterioro de los servicios de recolección, lo que favorece la formación de criaderos de mosquitos.
El sistema de salud también se encuentra debilitado: entre 2021 y 2024, Cuba perdió cerca del 29% de sus médicos y el 17% de su personal de enfermería, según la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI). La falta recurrente de medicamentos, insumos y equipamiento hospitalario complica aún más la atención a los pacientes con dengue, chikunguña y otras enfermedades.
En paralelo, la economía cubana acumula una contracción cercana al 11% en los últimos cinco años. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) anticipa que no habrá crecimiento en 2025. El déficit público, el sobreendeudamiento y la descapitalización bancaria estatal han dejado poco margen para invertir en infraestructura sanitaria o en programas de control epidemiológico.
La población enfrenta, además, apagones prolongados, escasez de alimentos, inflación alta y una creciente dolarización de la vida cotidiana, factores que alimentan una migración masiva hacia otros países de la región.