AMLO ante la rebelión en la PF, ¿la mano de Osorio Chong?

Ante la rebelión inédita en la Policía Federal que ayer miércoles puso en jaque a la Ciudad de México y hoy amenaza con extenderse a toda la República, por la denuncia de violaciones a sus derechos laborales al integrarlos a la Guardia Nacional, el presidente Andrés Manuel López Obrador, como buen beisbolista, primero bateó las demandas y exigencias de los agentes federales descalificando su movimiento al considerar que “no hay razón y no es una causa justa”, y luego, desde el montículo del poder, lanzó una bola caliente, con una delicada acusación: que “hay mano negra” detrás de este conflicto y que esa mano podría ser de “quien manejaba antes (a la PF) desde los sótanos de Bucareli”.

No hace falta inferir mucho para leer en el señalamiento del presidente el nombre de quien, como secretario de Gobernación en el sexenio pasado y actual líder del PRI en el Senado, Miguel Ángel Osorio Chong, fue el responsable de la seguridad y del manejo de la Policía Federal en los últimos seis años.

¿Sugiere el presidente que Osorio Chong está detrás de este movimiento, hasta ahora pacífico de los policías federales, pero que amenaza con radicalizarse que puede descarrilar el arranque de su Guardia Nacional?

De ser así sería una acusación grave y delicada que, no sólo tendría que probarse, sino también ser respondida por quien es aludido y, entre líneas, señalado de algo que puede parecer un amotinamiento o una rebelión de una fuerza federal.

Veremos si Osorio Chong acusa recibo y responde a tan grave inferencia del presidente.

No deja de ser una paradoja que el presidente, quien construyó su carrera política y su liderazgo social precisamente con bloqueos, paros y plantones (desde su origen en los pozos petroleros de Tabasco, hasta la toma del Paseo de la Reforma en 2006, pasando por los “éxodos por la democracia” al antiguo DF) hoy deslegitime el movimiento de los policías federales que no se niegan a integrarse a la Guardia Nacional, sino que rechazan la forma en la que se les ha maltratado no sólo en este proceso, donde se desconoce su antigüedad, se modifica su estatus laboral y sus prestaciones, sino a lo largo de los últimos meses cuando, una y otra vez, desde la misma Presidencia, han sido señalados de “corruptos, echados a perder”.

En contraparte, hay que reconocerle a López Obrador su disposición al diálogo y su ofrecimiento de que respetará el derecho de manifestación que tienen los federales, sin reprimir su movimiento y buscando llegar a un acuerdo que atienda sus demandas y no afecte sus derechos laborales.

Porque según el presidente, el proceso de integración de los miembros de la PF a la Guardia Nacional no es obligatorio y sólo se invitará a participar a los que acepten y pasen los procesos de selección militares, algo a lo que también se oponen los policías en paro.

Por lo pronto, y en espera de que López Obrador le ponga nombre y apellidos a la “mano negra”, y que en Palacio Nacional confirman que se refiere a “personajes de poder del sexenio pasado” a los que incluso ubican detrás de las primeras quejas de los federales enviados a los operativos del Instituto Nacional de Migración, a los que el comisionado Francisco Garduño llamara “fifís”, lo que hoy queda claro es que Alfonso Durazo, que hasta ayer no quiso darles la cara a los policías amotinados y mandó sólo a sus subsecretarios, tiene enfrente un reto mayúsculo que, si no lo resuelve bien y supera la crisis que ya tiene en su dependencia, corre el riesgo de descarrilar no solo a la Guardia Nacional y a la incipiente estrategia federal de seguridad, sino también sus aspiraciones para irse como candidato al gobierno de Sonora en el 2021.