Chile: cinco claves del éxito del conservador Kast
La inseguridad y el aumento del crimen organizado; la desaceleración económica y la inflación; el alza de la inmigración ilegal; la persistencia de la desigualdad y la baja confianza en el Estado son los cinco factores que crearon un escenario favorable para que José Antonio Kast, candidato conservador, nacionalista y populista -calificado por algunos como ultraderechista-, se posicionara en segundo lugar en la primera vuelta electoral en Chile, el pasado domingo, con posibilidades de convertirse en el próximo presidente en el balotaje del 14 de diciembre.
Con un discurso basado en “orden, control y autoridad”, similar al de Nayib Bukele en El Salvador y de Donald Trump, con quienes comparte posiciones en temas de migración, seguridad y valores conservadores, Kast supo capitalizar un sector importante de la población luego de cuatro años de gobierno del izquierdista Gabriel Boric -crítico, sin embargo, de Nicolás Maduro y de los regímenes de Cuba, Rusia y Nicaragua-, quedando apenas a unos 380 mil votos de distancia de la oficialista Jeanette Jara, quien, según encuestas, tiene pocas posibilidades en la segunda vuelta.
El resultado del domingo era previsible, salvo por la sorpresa del candidato populista de centro Franco Parisi (Partido de la Gente), que obtuvo 1.71% de votos y quedó tercero, detrás de Jara (Partido Comunista / Unidad por Chile), con 26.85% y Kast (Partido Republicano), 23.92%. Parisi logro más de 2.5 millones de votos, sobre todo en el norte del país, en comunas pequeñas y mineras.
De los ocho candidatos en esta octava elección desde el retorno de la democracia en 1990 -tras 17 años de dictadura del general Augusto Pinochet, cuya Constitución aún rige-, serán decisivos los apoyos de Parisi, de la derechista Evelyn Matthei (Partido Unión Demócrata Independiente / Chile Vamos, 12.46%) y del youtuber ultraconservador Johannes Kaiser Barents (Partido Nacional Libertario, 13.94%). El país llega polarizado, pero mantiene una arraigada cultura democrática y de respeto a las urnas, salvo la ruptura de 1973-1990, marcada por el sangriento golpe contra el presidente socialista Salvador Allende.
El gobierno de Allende impulsó la “vía chilena al socialismo”: un proyecto que buscaba construir una sociedad socialista por vías pacíficas y democráticas, respetando el pluralismo político y el marco constitucional, a diferencia de las revoluciones armadas del siglo XX. El golpe de 1973, respaldado por sectores empresariales, militares, políticos y la CIA, frustró la única experiencia de este tipo cuyo legado como izquierda es el rechazo al autoritarismo y a la perpetuación indefinida en el poder.
La alternancia de partidos de distinto signo (el llamado “péndulo chileno”) ha sido una constante en Chile desde 2006, cuando ganó la candidata socialista Michelle Bachelet (Concertación), seguida en 2010 por el empresario de centroderecha Sebastián Piñera (Coalición por el Cambio). Ambos repetirían en el Palacio presidencial de La Moneda: en 2013, Bachelet y en 2017, Piñera, quien murió en febrero de 2024, en un accidente de helicóptero. En 2021 ganó Gabriel Boric, el presidente más joven del país, con 36 años.
Boric estudiaba Derecho cuando se dio a conocer durante las movilizaciones de 2011, que exigían educación pública gratuita y de calidad. Electo diputado en 2014, derrotó a Kast en 2021.
Mientras que Parisi aún no define a quién dará su apoyo en el balotaje, se descuenta que los votos de los derechistas Matthei y Kaiser se vuelquen hacia Kast, quien también avanzó en el Congreso, que estará dominado por los partidos de derecha, no así en el Senado, donde el equilibrio de fuerzas obligará a quien resulte ganador a plantear reformas “moderadas”.
Entre los logros de Gabriel Boric destacan avances en derechos sociales, en especial en materia de pensiones, con un nuevo seguro social; la reducción de la jornada laboral de 45 a 40 horas; el Plan Nacional de Búsqueda de desaparecidos de la dictadura (unas mil personas) y la ley contra la apropiación ilegal de niños (hasta 20 mil) durante el régimen militar. También mantuvo una política exterior crítica.
Sus principales errores se centraron en economía -reformas lanzadas sin acuerdos y contradicciones internas- y en seguridad -lentitud en aprobar leyes clave y subestimación del crimen organizado-. El crecimiento del narcotráfico y la llegada de bandas extranjeras como el Primer Comando da Capital (PCC) y el Comando Vermelho, ambas de Brasil, han alimentado el discurso de “mano dura” de Kast, de acuerdo con la expectativa de los votantes.
A ello se suma el descontento por la inmigración irregular, procedente sobre todo de Venezuela, Colombia, Bolivia y Haití, que muchos asocian con el aumento delictivo, y nutre el discurso de “orden y control fronterizo” promovido por Kast. Este ha elogiado la “guerra antipandillas” de Bukele, aunque reconoce violaciones a los derechos humanos en El Salvador y defiende el Estado de derecho.
Con el presidente estadounidense Donald Trump, Kast comparte medidas para “autodeportaciones” y una “guerra” contra la inmigración irregular. Ha dicho que lo considera un referente del “sentido común” conservador y que se siente parte de una “familia ideológica” junto con el propio Trump, la primera ministra italiana Giorgia Meloni y el presidente argentino Javier Milei.
Pero a diferencia de Trump, Kast, un abogado de 59 años, se proyecta como una figura más disciplinada e institucional, apegado al lenguaje político clásico. Si bien confronta, prefiere no romper las normas democráticas formales y defiende una estética conservadora y ordenada.