El bien y el mal

El autor es Maestro en Educación y profesionista independiente.

Nadie quiere que se le aparezca el diablo, pero dudan de la existencia de Dios.

En otras palabras, muchos dan por sentado que el diablo existe, pero cuando les hablan de Dios, exigen pruebas fehacientes.

La existencia del bien y su contraparte, el mal, han dado origen a infinidad de corrientes de pensamiento desde la antigüedad, pero sin duda fueron los filósofos griegos quienes le dieron coherencia y método a las reflexiones, para consolidarse a la postre como los pilares de la Filosofía de Occidente.

Según Platón, por ejemplo, el hombre aspira de un modo u otro al bien.

El bien es único y como la idea superior dentro del mundo de las ideas, debe servir de modelo al mundo sensible y por lo tanto éste debe tender al bien.

Aristóteles, alumno de Platón, perfecciona las propuestas de su maestro.

Para él el bien supremo del hombre es la felicidad, que consiste en el ejercicio perfecto de cada actividad propia del hombre.

Es necesario partir de la experiencia personal y de los hechos para alcanzar la perfección y la virtud en cualquier actividad.

De este modo, se alcanza la felicidad o la bondad, a la que se llega por muchos caminos.

Luego vendrían San Agustín y Santo Tomás de Aquino para decirnos que el fin último del hombre es la contemplación de Dios, puesto que Él representa el máximo bien, de modo que una persona se hace virtuosa en la medida en que se aproxima al conocimiento de lo divino.

Después en la Filosofía moderna, Rousseau, creyente de que el hombre es por naturaleza bueno, nos dice que la sociedad es la que lo pervierte y lo distorsiona.

Por su parte, Hobbes plantea que el ser humano es por naturaleza egoísta, y se mueve por el deseo de dominio y por la necesidad de evitar la muerte.

Como ve, el concepto del bien ha evolucionado, pero si me preguntaran cuál es mi versión favorita, me quedo con la de Aristóteles.

Creo fervientemente que el propósito del hombre es alcanzar la felicidad y para ello se deben desarrollar virtudes a través de la educación mientras se crece.

Hoy lamentablemente no vemos el bien como tal ni nos preocupamos por las virtudes; es motivo de sospecha hacer el bien por el simple hecho de hacerlo.

Estamos tan influenciados por lo negativo de nuestro entorno que nos cuesta trabajo creer que alguien puede hacer el bien.

Incluso es más sencillo pensar que el mal es el motivo del bien, y si no me cree, considere a quienes con civismo prefieren permanecer en sus casas ante la actual pandemia.

Deberíamos aprovechar el tiempo para desarrollar las virtudes en las futuras generaciones, quizá y estemos a tiempo.

El autor es Maestro en Educación y profesionista independiente.

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