Nuestros ‘Getsemanís’

1) Para saber

El Papa Francisco reflexionó en la Semana Santa sobre algunas palabras con las que Jesús rezó al Padre durante la Pasión. Recordó cómo Jesús, después de la Última Cena, entró en el huerto de Getsemaní y ahí le rezó al Padre. Mientras los discípulos no lograban estar despiertos y Judas estaba por llegar con los soldados, Jesús comenzó a sentir “miedo y angustia”. Experimentó toda la angustia por lo que le espera: traición, desprecio, sufrimiento, fracaso, soledad, la muerte…

Estando Jesús ante esa gran tribulación y desolación, se dirige al Padre con la palabra más tierna y dulce: “Abbá”, o sea, papá. En la prueba, Jesús nos enseña a abrazar al Padre, porque en Él está la fuerza para seguir adelante en el dolor. En la fatiga y desolación, la oración es alivio, confianza, consuelo.

2) Para pensar
En nuestros momentos de dificultad, nuestros “Getsemanís”, Jesús nos enseña a acudir confiadamente a nuestro Padre Dios.

Sucedió hace años en la sierra de los Andes, donde las comunidades están muy distanciadas y no suele haber carretera, sino que se ha de ir cabalgando por la montaña cruzando barrancos y lomas. Un sacerdote estaba encargado de atenderlas. Con frecuencia hacía más de un día para ir de una a otra. En una ocasión el sacerdote se perdió en la puna andina del Perú por donde misionaba.

No sabiendo qué hacer, se encomendó a su ángel de la guarda y dejó que el caballo siguiera su instinto. La noche se venía encima y la temperatura se volvía heladora, pero de repente vislumbró una débil luz. Se acercó y era una pequeña choza semienterrada en el suelo.

Salió un indígena casi a gatas con una linterna de queroseno en la mano. El sacerdote trató de disculparse: “Perdón, pero estoy perdido…” Pero al hombre le brillaron los ojos y le interrumpió: “No andas perdido, padrecito. Es la Divina Providencia quien te trae. Mi mamacita hace días que no para de rezar a nuestro Padre Dios para que vinieras. Está muy malita; entra no más”.

Allá, en el interior, yacía agonizante la viejecita. La confesó y estuvo junto a ella hasta que falleció. Lo último que la mujer dijo, fue: “El Papacito Lindo me ha escuchado”. La buena mujer se había encomendado a su Padre Dios que la atendió hasta el final (cfr. S. Valero, “Yauyos. Una aventura en los Andes”).
Dios Padre siempre nos escucha, pensemos si solemos acudir a Él en nuestras necesidades.

3) Para vivir
Comenta el Papa Francisco que cuando estamos en nuestros Getsemanís, a menudo elegimos quedarnos solos en lugar de decir “Padre” y confiarnos a Él, como lo hizo Jesús. Nos hace falta confiarnos a su voluntad, que es nuestro verdadero bien.

Cuando en la prueba nos encerramos en nosotros mismos, dice el Papa, excavamos un túnel interior y nos quedamos en la soledad. Pero la soledad no ofrece salidas. En cambio, la oración, sí, porque es relación, es confianza. Jesús lo confía todo y todo se confía al Padre. Cuando entremos en nuestros Getsemanís, -cada uno tiene sus propios Getsemanís, o los ha tenido, o los tendrá- acordémonos de rezar así: “Padre”.

El Papa nos invita a pedir al Señor que la celebración de la Pascua nos impulse a vivir confiando al Padre las pruebas que nos afligen.

Pbro. José Martínez Colín
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