Día ‘D’ para los mexicanos

D de Decisión; porque la mayoría de los votantes que este 1 de julio salgan a las urnas decidirán quién quieren que gobierne al país por los próximos seis años. "D" de Dilema; porque a estas alturas y a solo unas horas de los comicios, aún hay muchos electores que se debaten en la incertidumbre y no deciden si dejarse dominar por el "enojo" o el "miedo" para definir su voto. "D" de dirección y definición, porque el sentido del voto mayoritario determinará el rumbo que tomará el país en temas torales de la vida pública y si hay ajustes a la política económica, a los estilos de ejercer el poder y a la forma en que se atienden problemas como la corrupción, inseguridad, violencia y desigualdad social y económica. Y finalmente la "D" más importante y a la que debemos apelar y atenernos hoy todos los mexicanos, los que votamos y los que serán votados, la de la Democracia, cu

Porque con todo y la polarización, el apasionamiento y hasta la violencia política que han marcado a estas contiendas, después de mañana el país tiene que seguir su marcha; los ciudadanos seguiremos con nuestras vidas y nuestra lucha diaria por subsistir. Lo que se define este domingo es, sí, importante y trascendental para la vida pública y la democracia, pero en ningún sentido debe convertirse en motivo o pretexto para paralizar, atemorizar o amenazar la marcha del país. Gane quien gane la Presidencia y los cargos de elección que están en juego, la tranquilidad y la normalidad democrática deberán seguir siendo la ruta y la exigencia de ganadores y perdedores en estos comicios. Eso queremos los ciudadanos y a ese marco de responsabilidad y madurez democrática deben aprender a sujetarse.

¿Cambio o continuidad? Buena parte de las motivaciones que tendrán los electores tienen que ver con emociones y razonamientos básicos que van a definir el sentido del voto en esta elección: el enojo y hartazgo con el sistema y el gobierno actual, asociado a la esperanza de un cambio, por un lado, contra el miedo o rechazo a la opción que abandera ese cambio y que se percibe regresivo o incierto, por otro lado. El tamaño de la votación por una u otra opción depende de percepciones y tendencias: primero, si la idea de cambio se concentra mayoritariamente en un solo candidato opositor al gobierno y al modelo actual, como es Andrés Manuel López Obrador, o si los votantes optan por impulsar una segunda opción opositora a través del llamado voto útil, en la persona de Ricardo Anaya Cortés, o si en su defecto ese sentido de utilidad del voto se orienta más a la continuidad y al temor a cambiar con un candidato como José Antonio Meade. La vía independiente de Jaime Rodríguez Calderón, todo indica, jugará un papel testimonial.

También van a incidir directamente en los posibles resultados varios factores y estrategias que se ponen en juego el día de los comicios: el nivel de participación en las urnas; histórica y estadísticamente un nivel alto de participación, por arriba de un 70% del padrón electoral, favorece a opciones que promueven el cambio de partido, de modelo o de régimen; mientras que entre más baja sea la afluencia de votantes en las casillas, el voto suele ser menos efectivo para provocar cambios de partidos gobernantes y favorece también a la estructuras o maquinarias políticas con más capacidad de movilización de votantes y de recursos económicos el día de la jornada.

Participación contra estructuras. En una democracia más sólida y ortodoxa, la capacidad de convencer, entusiasmar y motivar a los votantes con mensajes, imagen y propuestas de capacidad y certidumbre durante las campañas sería lo que define qué tantos electores salen a las urnas a apoyar a una u otra opción; en una democracia aún inmadura y convencional como la mexicana, las cantidades de votantes en las casillas todavía dependen también de prácticas como la "movilización" o "acarreo" de simpatizantes, de la compra y coacción del voto y de la estructuras clientelares a las que se amenaza o condiciona para mantener servicios, empleos o programas públicos. Por eso aquí será importante ver que prevalece el domingo: si la participación espontánea y convencida de ciudadanos que se expresen libremente por la opción de su preferencia o la repetición de las prácticas ilegales mencionadas y que tanto impacto pueden tener para definir o alterar resultados.
Si bien nuestro sistema electoral es ciudadano en la organización, realización y hasta el conteo de los votos, y son los ciudadanos electos al azar los que cuentan los sufragios para evitar la manipulación o alteración de resultados, en los comicios mexicanos cuenta también y es un hecho igualmente probado, la capacidad de vigilancia y cuidado del voto que tenga cada partido, especialmente en las zonas más marginadas y apartadas del sector rural.

Aunque hay, según el INE, más de 30 mil observadores nacionales e internacionales acreditados que ayudarán a supervisar y vigilar el desarrollo de esta contienda, normalmente esos grupos cívicos tanto del país como del extranjero, concentran su participación y recorridos en las grandes zonas urbanas. De ahí que la certeza de cada partido de que sus votos se cuenten bien y se respeten, también recae en la figura de los representantes de casilla. Y ahí, en esta elección, el piso parece bastante parejo, pues según el último reporte de las autoridades electorales, las tres coaliciones que se enfrentan en estas elecciones tienen cubiertas casi la totalidad de las 155 mil casillas de votación con al menos un representante: la Coalición Todos por México (PRI-PVEM y Panal) 99.99%; la Coalición Juntos Haremos Historia (Morena-PT-PES) 99.86 y la Coalición Por México al Frente (PAN-PRD-MC) 98.85%.

Libertad contra manipulación. Al final, por encima de análisis, motivaciones, estrategias de los partidos y cualquier otro tipo de factores, la decisión final la tendremos los votantes. Mañana la meta principal de todo el sistema electoral que se ha puesto en juego, con el enorme costo económico que aún tiene nuestra democracia, debe ser preservar y cuidar por sobre todo, es la libertad y el derecho de los ciudadanos a elegir y decidir a quienes quieren que los gobiernen.

Si cada elector en lo individual decide su voto por la razón o por el sentimiento en la soledad de la urna, estará ejerciendo esa libertad y ese derecho; si hay mexicanos a los que todavía la necesidad y la pobreza los orille a dejarse influenciar o coaccionar para vender su voto, también será su decisión, aunque siempre tendrán la última decisión en la privacidad de la mampara. Si cualquier votante decide que quiere cambiar debe hacerlo sin miedo; si otros deciden que prefieren seguir con lo que hay y no arriesgarse a cambios, también es su derecho. Será la mayoría la que decida, y pierda o gane nuestro candidato o partido, seguiremos siendo todos un mismo país y el objetivo, la aspiración y la exigencia deberá ser la misma para cualquiera que gane: gobierno igualitario para quienes votaron y no votaron por él; ejercicio legal, honesto y moderado del poder; transparencia, honestidad y eficiencia en el gasto de los recursos públicos y buen uso de los impuestos de los contribuyentes; seguridad y paz en nuestras calles y caminos, educación, salud y bienestar con ingresos equitativos para cerrar la enorme brecha de desigualdad; crecimiento, empleo y desarrollo para todos los niveles sociales y, por sobre todo, respeto a las libertades y a las diferencias y disensos, a la crítica y al derecho a la información. El país no le pertenece a ningún partido político, ni a los que ganen ni a los que pierdan. La transformación y la historia la hacemos los ciudadanos con nuestro esfuerzo y trabajo diario en la labor que a cada uno corresponde y de los gobernantes sólo precisamos y exigimos trabajo, eficiencia y honestidad para administrar nuestros recursos.

A votar se ha dicho, a exigir que se respeten los resultados y luego a seguir adelante; sin dividirnos ni enfrentarnos. Que el país que somos no lo define quién nos gobierne ni se lo escrituramos a ningún partido ni a ningún gobernante.

TAGS: