Frente a Trump un nuevo curso de desarrollo para México

A principios de este año recibí un documento elaborado por el Grupo Nuevo Curso de Desarrollo de la UNAM, coordinado por Rolando Cordera, titulado “En defensa del interés nacional ante la coyuntura crítica, ¿qué hacer?” La pregunta refiere al ascenso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.

Su contenido es oportuno y vigente, analiza las deficiencias del modelo actual de desarrollo del país y hace propuestas en esta coyuntura.

Plantea que con el nuevo presidente de Estados Unidos nos dirigimos hacia una ruptura de la política económica y social de ese país en las últimas décadas y a una acentuada incertidumbre en la comunidad internacional.

México es una de las naciones más agraviadas y, paradójicamente, la adversidad la ha situado en una coyuntura favorable para replantear “su propio rumbo de desarrollo” y “colocar a la nación en un nuevo curso de desarrollo”.

En México es urgente “definir una nueva agenda de desarrollo”, abandonar la estrategia de “crecimiento liderado por las exportaciones” que ha sumido su economía en una trampa de lento crecimiento. Esta semana Bancomer redujo de 1.5 a uno por ciento el pronóstico de crecimiento de la economía mexicana en 2017, menor a la predicción de la Secretaría de Hacienda para este año de entre 2 y 3 por ciento y muy por debajo del 2.3 por ciento que creció en 2016, según INEGI (La Jornada 22 febrero 2017).

Es inminente responder y enfrentar este choque externo. El reto de política económica y social es enorme: estabilizar las variables macroeconómicas, reducir el impacto negativo en empleo y en la condiciones de vida de la población y establecer una nueva agenda de desarrollo de largo plazo y sustentable cuyos motores sean el mercado interno y la inversión.

Nuestro modelo de desarrollo tiene fallas estructurales. Los resultados de las reformas de mercado iniciadas a mediados de los ochenta no lograron la expansión sostenida del producto y del ingreso, la economía mexicana es ahora más vulnerable, se concentró en Estados Unidos el comercio exterior y las inversiones directas y financieras, por ello, ante las medidas de Trump, su posición resulta muy frágil.

El reto es mayúsculo, obliga a emprender políticas de emergencia y también de largo alcance. De inmediato, reducir el riesgo de las poblaciones y regiones más vulnerables derivado de la desviación de inversiones y las restricciones migratorias; asimismo, implementar una nueva agenda de desarrollo con dos pilares, la igualdad y el mercado interno robusto.

Hay medidas apremiantes como un programa para apoyar el empleo e inversión pública en infraestructura en las poblaciones y regiones más afectadas y atrasadas, activar la banca de desarrollo, elevar los ingresos fiscales y eficientar el gasto público.

La nueva agenda parte de admitir que desde hace tiempo “el mercado externo carece de dinamismo y del potencial para impulsar de manera significativa la economía mexicana”.

Fortalecer el mercado interno exige cambios importantes. Se requiere una política activa de desarrollo productivo enfocada en actividades con alto potencial de demanda y de encadenamientos productivos, estimular la innovación e inversión en vez de explotar las diferencias salariales. Una política industrial que propicie una estructura productiva densa que favorezca un crecimiento económico acelerado e incluyente, que recupere la banca de desarrollo como agente activo para financiar la inversión privada.

Es necesario dinamizar la demanda interna con una política de empleo y redistribución del ingreso, lo que exige recuperar el salario real en forma significativa y sostenible, eliminar las diferencias regionales de calidad en infraestructura educativa, salud, servicios básicos y crear un sistema de seguridad social universal.

Hemos sintetizado algunas ideas plasmadas por el grupo de académicos, desde luego es más recomendable la lectura del manuscrito completo.

Blanca E. Lara Enríquez*Profesora-Investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo en El Colegio de Sonora

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