Carrera contra el odio

El caso de Ana Gabriela Guevara es ejemplar. La recordamos con gran emoción en aquellos no muy lejanos días de gloria en los campeonatos mundiales y en los juegos olímpicos recorriendo a toda velocidad los 400 metros planos sobre las pistas, envuelta en la bandera tricolor, para orgullo de todas las mexicanas y mexicanos, en especial de esta tierra sonorense, como ella.

Hoy Ana Gabriela e ha convertido ni más ni menos que en la muestra cabal y palpable de los niveles extremos de violencia feminicida, machista y misógina que imperan en este México de la descomposición social y la barbarie que cierra este 2016 con un número jamás antes visto de mujeres brutalmente asesinadas, levantadas, desaparecidas, violadas, torturadas, golpeadas, agredidas física y psicológicamente por una caterva de individuos degradados que siguen contando con que sus delitos permanecerán impunes y, por lo tanto, pueden seguir perpetrándolos a plena luz del día, en la vía pública y en todas partes, ante la escandalosa tolerancia, encubrimiento y complicidad del Estado, sus órganos de justicia, sus cuerpos profesionales de represión y los gobernantes provenientes de todos los partidos políticos.

A raíz de la cobarde agresión de la que fuera víctima la actual senadora de la República, ella ha vuelto a ocupar el primer plano de la opinión pública con su valiente denuncia y exigencia rotunda de que se haga justicia y se ponga un freno definitivo a la violencia contra las mujeres. 

De inmediato, se ha desatado una feroz e inusitada contra-campaña de odio misógino que ahora pretende convertir al policía Fabián España de agresor en víctima. 

De hecho, Ana Gabriela denunció que ha recibido hasta amenazas directas en redes sociales, tras exponer el caso de la agresión que sufrió en la carretera México-Toluca, cuando presentó un punto de acuerdo ante el Senado de la República para realizar una cruzada nacional contra la violencia a la mujer, por medio de una gran convocatoria a una mesa de trabajo nacional “En mis redes sociales, Twiter y Facebook, no solo en las direcciones personales sino, me informan, en la red social toda, mi caso se ha tornado para algunos en motivo de amenaza, burla, discriminación, escarnio de todo tipo, hasta elementos patológicos. Tuve oportunidad de ver algunos y con franqueza hay que admitir que la cultura de la violencia contra la mujer tiene raíces profundas en la civilización contemporánea”, expresó la Guevara.  “La intención de este punto de acuerdo es convocar a una gran mesa de trabajo con todas las entidades gubernamentales, sociales, organismos no gubernamentales, empresas de cualquier giro comercial y comunicativo, instituciones, universidades, centros de estudio, personalidades, empresas de redes sociales como Facebook y Twitter, blogueros, para concentrar energías, hacer un corte analítico de las condiciones de nuestro tiempo para, primero describir y después atacar condiciones, raíces, procesos, actitudes, costumbres que impulsen, mantengan o promuevan la violencia contra la mujer en cualquiera de sus manifestaciones”.

Han transcurrido casi dos semanas y aún no se ha practicado ninguna detención de los agresores, en cambio, un juez federal admitió una solicitud de amparo de Fabián España. En el dudoso caso de que él o cualquiera de los agresores de Ana Gabriela sean detenidos y presentados ante la autoridad judicial, ellos podrían enfrentar el proceso en libertad, puesto que los delitos que se les imputan no son considerados graves y sólo deberán pagar una fianza.

Así es como se aplica la justicia en nuestro país, donde un ex policía obtiene toda la protección de los jueces y una mujer, aunque sea senadora de la república, es agredida física y moralmente con saña y brutalidad inauditas.

Es parte de la violencia nuestra de cada día: no pasa uno solo sin que nos enteremos, a través de los medios de comunicación y por las redes sociales, de más casos de mujeres violentadas y asesinadas con saña, por el solo hecho de ser mujeres, sin importar edades ni condiciones sociales. 

En la mayoría de los casos, todos estos crímenes permanecen en la más absoluta impunidad, ignorados, solapados y perpetrados con la complicidad de las autoridades supuestamente encargadas de procurar justicia. Seis  mil 488 mujeres fueron asesinadas en  nuestro país entre 2013 y 2015, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas. Nueve mujeres mueren cada día víctimas de la violencia feminicida, lo que convierte a México en uno de los países que menos protege a su propia población femenina, sin que exista un estado de guerra formal declarado.

Siendo absolutamente necesaria, no basta con declarar la alerta  de género a todo largo y ancho del país, pero los gobiernos de los estados y el mismo gobierno federal se resisten a hacerlo. Están empecinados en tapar el sol con un dedo, pero nadie está a salvo de esta ignominiosa ola de odio. 

Una vez más, unamos nuestra voz ahora con la de nuestra campeona Ana Guevara, quien merece ser rodeada de solidaridad frente al reto más grande de su vida, mucho más que cuando buscaba y obtuvo los mayores triunfos en su brillante carrera deportiva. Sumémonos a la denuncia de esta violencia misógina y feminicida que se abate sobre todas nosotras. 

Mireya Scarone Adarga* Egresada del Doctorado en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora

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