El hijo del caudillo. El gobierno de Álvaro Obregón Tapia

El gobernador Álvaro Obregón Tapia se preparó para dar el Grito de la Independencia. Por la complicada situación que corría aquel año, 1960, pidió que hubiera agentes encubiertos en la Plaza Zaragoza para mantener la seguridad y planeó llegar pocos minutos antes de dar el grito, hacer un rápido brindis y retirarse inmediatamente después, sin cena glamorosa ni fiesta de gala como se acostumbra.

Los agentes no se percataron de los árboles de naranja agria que adornan la plaza, así que antes de que el gobernador se asomara al balcón, la multitud tenía las naranjas en la mano. Obregón Tapia salió acompañado de su esposa y un representante de la presidencia, llevaba la bandera mexicana y estaba listo para recibir “vivas” y aplausos. En lugar de eso, fue atacado por una lluvia de naranjas que lo obligaron a volver al interior del inmueble sin antes gritarle a su esposa “¡Agáchate Fernanda!”. Ese es el episodio por el cual muchos recuerdan a este político, pero yo tuve otras razones para escribir sobre él.

El pasado mes de agosto, presenté en la Ciudad de México la tesis “El hijo del caudillo. Política y movimientos sociales en el gobierno de Álvaro Obregón Tapia, 1955-1961”, con la cual obtuve el grado de Doctor en Historia Moderna y Contemporánea de México, en el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Aunque esta institución normalmente produce investigaciones sobre temáticas nacionales, aceptaron mi proyecto de historia regional, el cual abarca campos espaciales y territoriales muy reducidos: es la historia de una estado, Sonora, durante un sexenio, 1955-1961, y de un gobernador, Álvaro Obregón Tapia, a quien decidí apodar como “El hijo del caudillo”, por su parentesco con el general y expresidente Álvaro Obregón Salido, de quien era hijo.

Esta tesis fue una continuidad de mi trabajo previo en El Colegio de Sonora, donde realicé una investigación sobre el político Jacinto López Moreno. Y cabe mencionar que El Colegio de Sonora siguió jugando un papel importante en mi proceso de doctorado, pues el Dr. Ignacio Almada Bay, profesor-investigador del COLSON, fue uno de mis sinodales. No opté estudiar al gobierno de Obregón Tapia por la anécdota de los naranjazos durante la fiesta patria de 1960, sino porque descubrí que aquel sexenio fue uno de los más agitados en la historia del siglo XX sonorense.

El caso de Obregón Tapia resulta interesante por muchos aspectos: era hijo de un expresidente, nunca desempeñó un cargo público antes de ser gobernador, no era nacido en Sonora, fue apoyado por otro hijo de un expresidente y su gobierno fue un periodo de efervescencia política y social como pocas veces se vio en Sonora.

Aunque el sexenio de Obregón Tapia tuvo rasgos positivos, me enfoqué en los momentos difíciles, porque como decía Martin Luther King, a los hombres no hay que evaluarlos en los momentos de confort, sino en los momentos difíciles.

Identifiqué cinco momentos difíciles o coyunturales en la carrera de Obregón Tapia. El primero fueron las elecciones de 1955, proceso por el decidió aventurarse en la política y entrar por la puerta grande: siendo gobernador. Nunca había desempeñado cargo público y no sólo eso, no era nacido en Sonora (nació en la Ciudad de México), pero ningún político apeló al requisito de ser nacido en el estado para poder gobernar, así que Obregón Tapia le ganó las elecciones a su único rival, Jacinto López Moreno candidato del Partido Popular Socialista, y se vio apoyado por otros políticos y empresarios de la talla de Rodolfo Elías Calles, hijo del expresidente Plutarco Elías Calles.

El gobernador no tuvo complicaciones al inicio de su mandato, pero su autoridad comenzó a tambalearse durante las elecciones de 1958, pues su insistencia en colocar a sus amigos en las candidaturas para las alcaldías, provocó la inconformidad de muchos miembros del PRI. Esto dio pie al nacimiento de movimientos de oposición, que a su vez generaron la creación de instituciones políticas hoy desaparecidas como el Movimiento Cívico Sonorense (MCS) o el Partido Democrático Cajemense (PDC). El caso de Cajeme fue el más intenso, pues el día de las elecciones manifestantes del PDC tomaron las urnas, las incendiaron, pelearon con ejército –hubo dos muertos- y esto provocó que se anularan las votaciones.

El mismo año, la inconformidad de los campesinos tomó forma en las invasiones a las tierras del Latifundio Greene, también conocido como Latifundio de Cananea. Dichas invasiones fueron lideradas por Jacinto López, rival de Obregón Tapia en las elecciones de 1955 y quien pronto se vio tras las rejas. La conclusión de aquél capítulo fue la expropiación y reparto de las tierras, así como el distanciamiento entre el gobernador Obregón Tapia y el presidente electo Adolfo López Mateos.

Un año después, Obregón Tapia comenzó a tener problemas con el magisterio. La falta de acuerdo y la postura determinante de los maestros de cambiar sus circunstancias sindicales, llevó a que muchos maestros realizaran una huelga a nivel estatal. Obregón Tapia intentó combatir el movimiento ignorándolo, difamándolo, desacreditándolo y encarcelando a los líderes huelguistas. Y aunque el gobernador jamás cedió a la demanda principal (permitir la creación de una sección nueva del SNTE en Sonora), aquel conflicto le costó popularidad, el episodio de los naranjazos durante la ceremonia patria de 1960 y el desprestigio entre muchos priistas, quienes comenzaron a verlo como un gobernador incapaz de resolver problemas.

Por último llegó el año de 1961, el final del sexenio y el inicio de una complicada sucesión de poderes que presagió los difíciles años que seguían. Aunque en Sonora y sobre todo en Hermosillo se recuerda el conflicto estudiantil de 1968, sepan que fue consecuencia de lo ocurrido en 1961, año en que los estudiantes comenzaron a participar en las decisiones políticas, cuando se eligió gobernador a un exrector (Luis Encinas Johnson), y cuando los aspirantes del PRI a la candidatura gubernamental comenzaron a mostrar falta de disciplina. Obregón ganó la partida ese año, pues el que en apariencia era su favorito para sucederlo, Luis Encinas, fue quien finalmente ganó la candidatura del PRI y consecuente elección al gobierno estatal. Pero este proceso no estuvo exento de conflicto: las calles de Hermosillo fueron el escenario de enfrentamientos entre los simpatizantes de cada aspirante. Los simpatizantes del precandidato Ricardo Topete Almada, denunciaron la ausencia de procesos democráticos y su insistencia les costó la persecución, acoso, encarcelamiento y enfrentamiento violento con la policía.

Como se puede ver, este fue un gobierno rodeado de conflictos políticos, campesinos, y magisteriales. Un sexenio complicado, reflejo de la época y presagio de la crisis política de 1960. Fue también, el último capítulo del relevo generacional en el gobierno, cuando dejaron de gobernar militares y veteranos de la revolución, para ceder la estafeta a una nueva generación de políticos-empresarios jóvenes, identificados con la Revolución Mexicana sin haberla vivido. Y por último, fue el final de la familia Obregón en la política estatal, pues con el desprestigio que se ganó Álvaro Obregón Tapia, pareciera que el apellido quedó vetado de los cargos de elección popular. Hasta la fecha, ningún descendiente del expresidente Obregón ha aspirado a la gubernatura, y sólo Francisco Obregón (hijo del expresidente) aspiró a una alcaldía (la de Cajeme en 1979), pero fue derrotado en las urnas.

Miguel Ángel Grijalva Dávila*Egresado del programa de maestría en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora

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