Sobrepeso y obesidad como problema de salud pública

Se aproxima la Semana contra el Sobrepeso y la Obesidad, buen momento para hablar del gran problema de salud de nuestros tiempos: las enfermedades crónicas como la diabetes, asociada al sobrepeso y la obesidad.

La severidad del problema de las enfermedades crónicas (EC) puede medirse de distintas maneras. Podemos cuantificar el número de muertes causadas por alguna de las EC (el 70% de las muertes en el mundo); o el número de estas muertes que son prematuras (entre los 30 y 69 años) que representan alrededor de 15 millones de personas al año en el mundo que no deben morir.

En las últimas décadas, de 1980 a 2009, la proporción de muertes por enfermedades crónicas aumentó en México de 45% a 75%. En este mismo período la tasa de mortalidad por diabetes pasó de 23 a 72 por 100,000 habitantes. En números redondos puede decirse que al año mueren por diabetes 100,000 personas, aunque se considera que existe un sub-registro considerable porque alrededor de la mitad de las personas con diabetes no han sido diagnosticadas. Por eso se dice que la diabetes es como una enfermedad “silenciosa”, lo que ocasiona que lleguen en estados avanzados de enfermedad a los servicios de salud.

En México viven con diabetes 11.5 millones de personas que para el año 2040 se estiman sean 20.6 millones de enfermos diabéticos (datos del 2015, Federación Internacional de Diabetes). Actualmente la diabetes es la primera causa de muerte en el país. Y, a pesar de ello, no es de las primeras causas de consulta.

No sorprende, entonces, que hace un año se declarara en México el primer estado de emergencia a causa de una enfermedad no transmisible, i.e. la diabetes. Los Objetivos del Desarrollo Sostenible 2030 incluyen la disminución de la mortalidad prematura por enfermedades crónicas en un 30%. Lograrlo en apenas doce años parece prácticamente imposible ya que dependería de un programa multi-niveles y multi-sectorial de creación de condiciones para construir la salud y para la prevención, el diagnóstico oportuno, y el tratamiento integral, que juntos requieren de recursos financieros y humanos. Todo ello depende de la conjunción de intereses públicos y privados, aunado a la autorresponsabilidad de las personas con diabetes y las que tienen probabilidades de desarrollarla. ¿Una quimera?

El discurso epidemiológico predominante explica la epidemia de diabetes y de las enfermedades crónicas a partir de los factores de riesgo como el tabaquismo, el consumo en exceso del alcohol, la obesidad, el sedentarismo y los antecedentes genéticos. Por ello se recomiendan el consumo de frutas y verduras y alimentos no procesados; la disminución de bebidas y alimentos azucarados, consumo de sal, azúcar y grasas; y el aumento de la actividad física. Sin embargo, a pesar de mantenerse con una presencia permanente en el discurso sanitario oficial, no se ha logrado un amplio programa de promoción como el requerido. Desde el sector salud, se mantiene el énfasis en la atención de la enfermedad y sus complicaciones, como en prácticamente todas las enfermedades crónicas, y en mucho menor grado en el diagnóstico oportuno, la prevención y la promoción de la salud. Falta impulsar el reconocimiento cotidiano de los derechos en salud, pues trazar la política de fomento, promoción y educación en salud, alude al reconocimiento de sus condiciones de posibilidad como el acceso a un empleo digno, al mercado, y la corrección de la precariedad de los servicios de salud, por un lado. Alude también al no reconocimiento de los derechos de las personas en el cuidado de su salud, al no implementar total, sistemática y permanentemente acciones que brinden la información oportuna, el diagnóstico temprano y el seguimiento adecuado sobre la enfermedad.

El dilema no es privilegiar una actividad (atención y tratamiento) o la otra (promoción y prevención), sino que una parte de la solución es integrarlas. Otro aspecto del problema de la epidemia de la diabetes y otras enfermedades crónicas, se remite al peso de la industria alimentaria (y de bebidas) y la producción de alimentos y bebidas densos en calorías y vacíos en nutrientes y de muy exitoso mercadeo. Otro aspecto es la influencia de la industria farmacéutica en la formación del discurso biomédico hegemónico, en el tratamiento de las enfermedades crónicas, en el mercadeo de sus productos, en la definición misma de las enfermedades (obesidad, síndrome metabólico, etc.) y su consecuente medicalización, en el impacto en la publicidad, en el desarrollo de las políticas y programas, entre otras. Faltaría mencionar la ausencia de políticas trans-sectoriales que involucren el acceso a agua potable; diseño adecuado de áreas urbanas, transporte, áreas verdes, entre otras. Es necesario desarrollar programas orientados a que los individuos y los colectivos construyan su salud desde una posición de autonomía y corresponsabilidad que integren el enfoque biomédico para incorporar los enfoques socioculturales. Con todo esto tiene que ver el sobrepeso y la obesidad y atenderlo de manera integral y como problema de salud pública y no sólo individual contribuiría a mejorar la salud poblacional de nuestra región y nuestro país.

EXP/RED/DAW/ENE/2018

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