Vivan las fotomultas

Quienes objetan las fotomultas para golpear a Mancera debieran ver (ojalá como en La naranja mecánica: impedidos de parpadear) imágenes de los cuerpecitos despedazados de cinco niños que confiaron en el amiguito alcoholizado que usó en Tláhuac el Pontiac de sus padres como combi, porque cupieron además otros cuatro (todos de 10 a 15 años) que inexplicable pero afortunadamente viven para recordar esta desgracia.

El coche se impactó al correr de 130 a 150 kilómetros por hora.

Al igual que en el choque contra un poste que partió un BMW hace casi un año en Reforma, y del que resultaron muertos cuatro jóvenes (una muchacha quedó decapitada), el exceso de velocidad es tan letal que justifica sobradamente las inhibidoras fotomultas.

Los antimanceristas arguyen que los proveedores del servicio se llevan la mayor tajada.

¡Pues que se lleven todo!
No se impedirán imprudencias infantiles, pero la autoridad (como sucede con las denuncias ciudadanas contra la delincuencia) debe tener elementos para cancelar licencias de manejo y sancionar a padres que dejan a sus hijos jugar a que son mayores.

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