Carstens y Meade: mejor imposible

Suponer que del Fondo Nacional de Desastres más la generosidad de donantes, ahorros, deuda y milagrería salga el dineral necesario para la urgente reconstrucción de viviendas (sobre todo, pero también de los demás inmuebles públicos y privados devastados por los sismos y las lluvias), es hacerse puras ilusiones.

Aquí dos razones para que se haga, pero en chinga, lo que se tiene que hacer:

a) Centenares de miles de personas viven una desgarradora emergencia que demanda soluciones inmediatas.

b) El dinero está a la mano, y depende solo de la voluntad del todavía gran gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, y del presidenciable secretario de Hacienda, José Antonio Meade (respaldados por dos subgobernadores y dos subsecretarios), integrantes todos de la Comisión de Cambios.

Con reservas en divisas que superan 173 mil millones de dólares, el Banxico puede, sin merma sustantiva, hacer excepción de la cruda miltonfriedmanía del déficit cero en el ejercicio del presupuesto, ya que la tragedia nada tiene que ver con rentabilidad de la inversión, ganancia, dividendo para el Estado mexicano…

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