No son generosos pero sí necesarios

A riesgo de que se descare la que ha sido subrepticia venta de candidaturas a cargos de elección, los partidos aprovechan la tragedia para mostrarse comprensibles, desprendidos, generosos, haciendo caravana con sombrero ajeno: el dinero de los contribuyentes que nutren de recursos, por cierto insuficientes, al erario.

Nada más lejos de que ser una donación o algo por el estilo, cualquiera sea la receta que se aplique para que reciban menos prerrogativas.
Suicida, sin embargo, la idea de que el Estado deje de financiar a esas organizaciones políticas que, más bien que mal, son de relevante utilidad pública.

La ciudadanía desde luego, pero del brazo con las instituciones que ha forjado para que prive un sistema democrático (perfectible siempre), debe asegurarse de que los partidos no se conviertan en franquicias de empresarios ávidos de poder político ni sean rehenes de bandas criminales que quieren posiciones (cada vez más elevadas) en el servicio público.

Nada están queriendo "donar" los partidos, pero muchísimo se perderá si se les deja expuestos al mejor postor.

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