Elma Socorro Gutiérrez

La historia registra a docenas de mujeres que han trascendido por diversas acciones, por ejemplo Amelia Earhart fue pionera en la aviación, en 1932 inició su carrera de piloto, rompiendo paradigmas en aquella época; quién no recuerda a María de los Ángeles Moreno, quien ocupó la presidencia del PRI Nacional, espacio reservado para varones hasta los noventas y a doña Alicia Arellano, primera alcaldesa en Sonora, Cecilia Soto como candidata presidencial y otras tantas féminas que abrieron camino a otras tantas, que a estas alturas ya se nos hace raro observarlas en puestos de relevancia, que mejor ejemplo que la Gobernadora.

También existen mujeres que sin ocupar puestos políticos, son reconocidas en la sociedad donde conviven, ya sea por su labor social, inteligencia, belleza o simplemente por incidir en la vida de otras personas, por sus sabios consejos, por contagiar con su sonrisa, su buen humor y ser una madre ejemplar, que sostuvo casi sesenta años de matrimonio, creó y educó tres hijos, ha visto morir a sus padres, a tres hermanos, a su primogénito y a varias amigas, y aún así, mantiene su frente en alto, le gusta disfrutar su casa, su familia y hoy cumple 81 años.

Su nombre es Elma Socorro Gutiérrez Ruiz, nació en el centro de la ciudad de Guaymas, fue la segunda de siete hermanos y siempre fue muy inquieta; desde chica le gustó mucho leer, era muy apegada a su padre, don Salomón Gutiérrez, hombre honrado, paciente y educado quien le trasmitió su interés por el comercio, por lo que se dedicó por más de veinte años a la “Casa Blanca”, una tienda donde vendió vestidos de novia, de primera comunión, ropones, regalos y ganó prestigio en aquellos años, ahí sumó más amigas, con ella mantuvo la educación de sus hijos y logró salir adelante.

Ella estuvo en el colegio de monjas, jugaba béisbol con sus vecinos del barrio y no la dejaron estudiar una carrera a pesar de ser la más lista de su clase, en lo único que no tuvo diez era en conducta; rebelde natural, rechazaba las reglas estrictas de sus maestras y no tuvo más que terminar comercio para luego trabajar con don Pancho Villedent, gerente de un banco como secretaria, tiempo después con mi abuelo y para entonces, durante un baile, conoció a Rafael Ahumada, un “fuereño” de buen ver que se enamoró de ella a primera vista; luego de dos años de novios, formaron su familia, lucharon para construir su patrimonio, superando crisis económicas y matrimoniales, que mantuvieron hasta que la muerte los separó.

Si algo hizo y nos enseño fue trabajar, sábados y domingos si era necesario, ser distribuidores de Avon era otra actividad que en conjunto realizaron mis padres, todos nos sumábamos a cargar cajas, cobrar y nuestros amigos participan en estas tareas; igual nos llevaba a la playa a las seis de la mañana, a misa o jugábamos monopoly, ajedrez, dominó y casi siempre nos ganaba. Muy versátil, ella siempre enterada de la acción de gobierno, en alguna ocasión le ofrecieron ser candidata a presidenta municipal por el PAN, “ofrécemela por el PRI entonces le entro”, le dijo al dirigente de ese entonces, pues en ese tiempo ni soñar que ganara la oposición.

Retirada del comercio, años después aceptó ser gerente de una radio local, donde puso orden administrativo y hasta estuvo frente al micrófono, pues ante la ausencia del titular del noticiero en cierto momento, se le hizo fácil dar las notas del día, lo que poco a poco fue cotidiano hasta “adueñarse” del espacio informativo.

“Voy a entrevistar a López Nogales, ¿qué le pregunto?”, me comentaba, y así lo hizo con varias personalidades sin dejar su responsabilidad de llevar las riendas del negocio.

Pues ella es mi madre señores, de quien me siento enormemente orgullosa. Muchas veces me han dicho que me parezco a ella, y no, ya quisiera llegarle a los talones, tiene tantas cualidades que no alcanzo enumerar, pero aparte, teje, borda, cose y cuando quiere, cocina muy rico; dura una hora rezando en la noche, participa en “Manos Amigas”, en Legionarios de Cristo y da clases de manualidades, además tiene su grupo de jugada, de la oración y el club de libro; siempre anda muy arreglada, le gusta estrenar y maneja su propio carro.

Este es un reconocimiento a su persona, no ha volado un avión, dirigido un partido o ha participado en política, sin embargo, ella tiene méritos suficientes para escribirle un libro, para ser la mujer del año o ponerle un monumento, quienes la conocen saben que no exagero con mis palabras, aprovecho este espacio para decirle lo mucho que la amo, la admiro, es mi ejemplo.

¡ Ojalá algún día me parezca a ella!

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