¿De los tercios a la mitad más uno?

Según se especula, las elecciones del primero de julio podrían dar lugar al primer triunfo de una coalición política con mayoría en el Congreso. Por ahora es solo una especulación. También es dudoso que la presidencia pueda ganarse por mayoría absoluta de los votos, considerando la competitividad de tres candidatos, dos de ellos separados del tercero y un cuarto que jala hacia abajo en los márgenes. Si esta tendencia se mantiene habrá cambio de partido o coalición en el gobierno, pero no una modificación esencial del equilibrio político definido por un ganador que no se lleva todo y perdedores que se mantienen como interlocutores indispensables para tomar decisiones de legislación y de política pública.

Sin embargo, de ocurrir lo contrario, estaríamos en presencia de una situación que no se ha presentado desde hace 20 años: un ganador que se lleva la mayor parte del pastel electoral. En esencia, esto significa obtener la presidencia y la mayoría en el Congreso. La mezcla de partidos en la opción electoral que más parece acercarse al triunfo es, quizás, la más aberrante del espectro político. ¿Qué podemos esperar? Un gobierno al parecer "unificado", pero aliado con partidos de derecha (PES) y de izquierda ortodoxa (PT). A juzgar por sus principios, estas "opciones" que rodean a Morena podrán ser electas mediante el voto popular, pero estarán alejadas de las ideas de libertad que caracterizan en la actualidad a las democracias liberales, tales como tolerancia a la diversidad de opciones de todo tipo que los individuos prefieran para su vida: libertad sexual, reproductiva, religiosa, organizativa. A menos que quienes manden en el gobierno rompan con las ideas de estos "compañeros de viaje" no está a la vista ningún compromiso con tales ideas y principios. Entraríamos entonces en un retroceso en cuanto al sentido de lo público y de las políticas que debiéramos esperar del Estado si éste gobierna para todos.

Sí es verdad que lo que se decidirá en las elecciones es cuál rumbo tomará el país y particularmente la construcción de las instituciones que se requieren para afianzar la democracia y el desarrollo, además de atender los problemas más urgentes y sentidos por la población: inseguridad y corrupción. Tomando en cuenta la experiencia de gobierno que puede atribuirse a cada opción que se ventila en la política, no hay razones para el optimismo. Todos y cada uno han sido insuficientes para responder al reto de sacar a México de la grave situación en que se encuentra desde todos los puntos de vista. En un ambiente internacional hostil que convoca al cierre nacionalista, las opciones de gobierno serán estrechas en lo económico, lo social y lo político, independientemente de lo que se estila en las campañas y las promesas de los candidatos.

No obstante, las posibilidades de constituir una mayoría que conduzca al gobierno unificado parecen más bien magras. Las encuestas más confiables no permiten llegar a la conclusión de que el escenario más probable sea ese, sino que los votos sigan divididos y que no se puedan constituir mayorías estables de gobierno. De ser así, seguirá operando la tensión entre "proyectos" de país difíciles de reconciliar en una sola avenida principal. En esa perspectiva sería más prudente y razonable mantener equilibrios suficientes que eviten que un ganador se lleve todo y continuar el ejercicio iniciado en 1997 de tener que gobernar sin mayorías. Esto no quiere decir necesariamente desgobierno, sino profundización en serio del diálogo político; ese que al parecer cuesta tanto trabajo construir en la paupérrima cultura cívica y política mexicana.

Francisco Valdés Ugalde
Twitter: @pacovaldesu
Director de Flacso en México

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