Hawking y Francisco

Hawking y Francisco, ciencia y religión; contra lo que suele pensarse, no tienen por qué estar necesariamente contrapuestas. Las imágenes del amistoso encuentro entre ambos, en el contexto de la reunión de la Pontifica Academia de las Ciencias, es más que elocuente. Interdisciplinariedad y sinergia son quizá las palabras claves de este entendimiento entre personas, de este encuentro entre saberes. Se superan así, a la vez, inmaduras y fanáticas confrontaciones gratuitas. Efectivamente, sólo desde unos presupuestos filosóficos inconfesados, es decir, desde una postura marcadamente ideológica, se tiende a ver como inevitable el conflicto entre ciencia y religión.

La Pontificia Academia de las Ciencias se reúne periódicamente para estudiar temas a propuesta de la Santa Sede. En esta ocasión la temática es acorde con la línea de magisterio impuesta por Francisco: sostenibilidad: agua, energías renovables y seguridad alimenticia. Es decir, conseguir que el desarrollo de la ciencia ayude a que las personas tengamos una vida digna. Como siempre se coloca a la persona real, concreta, en el centro de las preocupaciones pontificias, y el Papa ahora busca que los científicos orienten también sus investigaciones en esa dirección. Francisco hace un llamado a los científicos, para que busquen el bienestar humano, al tiempo que denuncia la falta de voluntad política que existe, muchas veces, motivada por presiones económicas, para afrontar con decisión los problemas que supone el desarrollo.

Es decir, Francisco invita a construir una sinergia entre ciencia, política y religión, sinergia que sólo es posible si se entabla un diálogo, que por fuerza debe ser interdisciplinar. Interdisciplinar dentro de las mismas ciencias, pues cada una de ellas aborda la problemática en forma diferente y complementaria, pero también en sentido más amplio; es decir, que ciencia, política y religión dialoguen en beneficio del hombre. En los lejanos años 80 del siglo XX, otro gran científico ateo, Carl Sagan, se dio cuenta de la importancia del diálogo y la no confrontación. Invitado, junto con otros científicos, por san Juan Pablo II para hablar de los peligros de un “invierno nuclear” ocasionado por una posible “guerra nuclear”, se dio cuenta de que al Papa lo escuchaba mucha gente, y que el Papa difundió lo que él había expresado en su reunión. A partir de allí cambió su actitud respecto a la religión, buscando entonces, más que la crítica o la confrontación, lo que podían tener en común y las causas que ambas pudieran enarbolar juntas. Cabe decir que Sagan, en realidad, nunca entendió la religión; su punto de partida estaba profundamente deformado por los principios filosóficos en los cuales se había formado, pero aprendió a respetarla y a colaborar con ella.

Posiblemente con Hawking nos encontremos en una situación semejante. Probablemente nunca ha entendido ni entenderá la religión. Los presupuestos filosóficos desde los que parte no permiten ese acercamiento, máxime cuando no son plenamente conscientes. No se da cuenta de que su rechazo es, en realidad, hacia una caricatura de lo religioso, y de que es fruto de una interpretación filosófica de algunos datos científicos, más que de una demostración científica propiamente dicha. Dicho mal y pronto, busca una demostración física de la existencia de Dios, lo que por principio no tiene sentido, es como pedirle peras al manzano.

Hawking, sin embargo, tiene la madurez de no rechazar el diálogo con un interlocutor religioso y se mete de nuevo “en la boca del lobo”. Ya lo había hecho antes con San Juan Pablo II, donde justamente habló del mismo tema: el universo “autocontenido”, sin límites espacio-temporales, pero cuando apenas comenzaba a pergeñar esta teoría. Treinta años después repite el discurso, el cual es escuchado con profundo respeto. La fe no tiene nada que temer de la ciencia, busca el diálogo con ella y es consciente de que los aparentes conflictos tienen más bien una raíz filosófica. Pero, sobre todo, la religión busca un diálogo fecundo, pues ambas, ciencia y religión, benefician al hombre desde perspectivas diferentes pero complementarias. No tiene sentido anular estas dos fuerzas colosales confrontándolas entre sí, y de ello da un valioso testimonio el reciente encuentro entra Hawking y Francisco.

P. Mario Arroyo
Doctor en Filosofía
p.marioa@gmail.com

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