Abrir otra Puerta de la Misericordia

1) Para saber

Al concluir el Año de la Misericordia, el Papa Francisco escribió una carta a todos aquellos que deseen leerla.

El título de la Carta es “Misericordia et misera” (“La Misericordia y la miserable”), que son las palabras que san Agustín usa para comentar el encuentro entre Jesús y la adúltera. Comenta el Papa que “no podía encontrar una expresión más bella y coherente que esta para hacer comprender el misterio del amor de Dios cuando viene al encuentro del pecador: «Quedaron sólo ellos dos: la miserable y la misericordia»”.

El Papa nos dice que “la misericordia no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia, sino que constituye su misma existencia… todo se resuelve en el amor misericordioso del Padre”. Por ello hemos de seguir viviendo y celebrándola.

En el pasaje de la Escritura, a Jesús le llevaron a la mujer pecadora para que la condenara, incluso buscando su lapidación, pero en cambio, lo que va a recibir es el perdón de Dios. Jesús miró a los ojos a aquella mujer y leyó su corazón: allí reconoció el deseo de ser comprendida, perdonada y liberada.

Jesús le dice: “«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más». Esas palabras le ayudan a mirar el futuro con esperanza y a estar lista para encaminar nuevamente su vida en la caridad. Una vez que hemos recibido la misericordia, aunque permanezca la debilidad por el pecado, esta debilidad es superada por el amor que permite vivir de otra manera con esperanza.

2) Para pensar
El lugar en que atendía la Santa Madre Teresa de Calcuta se llama “La Casa del Moribundo”. Hace años se encontraba un moribundo con el cuerpo medio consumido por la enfermedad. Todos lo habían abandonado como un caso imposible. La Madre Teresa lo acogió y lo empezó a lavar con ternura. El enfermo la acogió con desdén, y le increpó: “¿Cómo puedes soportar el hedor de mi cuerpo?” Ella le contestó: “Eso no es nada, comparado con lo que tú sufres”. Poco después el enfermo le dijo más sereno “Tú no eres de aquí. La gente de aquí no se porta como tú”. Pasaron otros momentos y el enfermo murmuró una expresión muy india: “Gloria a ti, mujer”. La Madre Teresa le replicó: “No. Gloria a ti, que sufres con Cristo”.

Ambos se cruzaron una sonrisa, y el enfermo pareció dejar de sufrir. La muerte le sobrevino dos días después.

Así procedía la Madre Teresa: su misericordia la llevaba a darle al necesitado lo que necesitaba, no solo cuidar su curación, sino darle una acogida digna y amorosa.

3) Para vivir
Al cerrar la Puerta de la Misericordia en San Pedro, el Papa invitó: “Pidamos la gracias de no cerrar nunca la puerta de la reconciliación y del perdón, sino de saber ir más allá del mal y de las divergencias, abriendo cualquier vía de esperanza. Como Dios cree en nosotros, infinitamente más allá de nuestros méritos, también nosotros estamos llamados a infundir esperanza y a dar oportunidad a los demás. Porque, aunque se cierra la Puerta santa, permanece siempre abierta de par en par para nosotros la verdadera puerta de la misericordia, que es el Corazón de Cristo. Del costado traspasado del Resucitado brota hasta el fin de los tiempos la misericordia, la consolación y la esperanza”.

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