Contra el acoso: apaga

Usted lo sabe estimado lector, lectora, porque lo sufre igual que el resto de los ciudadanos de este país: mañana, tarde, moda y noche, de lunes a domingo, éste y aquél partido, éste y aquél señor o señora, una y otra institución de las que organizan, vigilan o revisan las elecciones, nos sonríen, prometen, piden, conminan.

Lo hacen a través de anuncios, que en la jerga de las empresas que los hacen, se llaman spots. Las cifras son alucinantes: durante el proceso electoral nos habrán atosigado con 44 millones de spots anunciando a los candidatos y a las elecciones. Y después, vendrán otros spots en los que nos den las gracias por haber votado, se feliciten los ganadores y se acusen de fraude los perdedores.

En las llamadas precampañas, en las que se supone que no tenemos nada que ver quienes no somos militantes de un partido, porque son para elegir a su candidato, hemos soportado 20 millones de anuncios y nos faltan poco más de 13 millones, unos 8 millones para los partidos y el resto para el Instituto Nacional Electoral y otras instancias encargadas de lo electoral.

Se trata, sin la menor duda, de acoso, palabra que de acuerdo con los diccionarios quiere decir una acción o una conducta que implica generar una incomodidad o disconformidad en el otro, acto de perseguir de modo constante y evidente a un individuo, práctica consistente en someter a presión psicológica.

Un acoso digno de uno de esos hashtags que hoy le han abierto los ojos al mundo sobre lo que son capaces de hacer los poderosos contra las personas, un acoso digno de una denuncia ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

Eso para no hablar de la inmoralidad que significa gastar así nuestro dinero, que mucha falta hace para mejores causas.

Y sin embargo, de nada sirve protestar. Muchos lo han hecho pero nadie lo toma en cuenta aunque digan que les importa nuestra opinión y nuestra participación. Porque en este país nada que hagamos los ciudadanos cuenta ni importa. ¿A qué autoridad le han importado las denuncias de desaparición de personas, de muertes de bebés en hospitales públicos, de corrupción y trampas a la hora de alguna licitación?

Nos la pasamos señalando y allí siguen los culpables tan tranquilos y buscando otro hueso para cuando se les acabe el que ahora tienen.

Y es más, esas denuncias no solamente se ignoran sino se castigan. En la cárcel está un señor que denunció a la empresa que le vendió su casa y que engañó a varios más, acusado por difamación, cuando es perfectamente comprobable lo que el hombre afirma. Y ni qué decir de periodistas muertos por denunciar a políticos y a narcos y de ciudadanos perseguidos por aquellos a quienes se atrevieron a denunciar.

La lección que hemos aprendido es que no tiene caso la participación ciudadana, pues sólo perdemos el tiempo y el riesgo es grande.

¿Significa eso que no podemos hacer nada contra la excesiva publicidad electoral que nos atosiga y acosa? Sí podemos.

Podemos apagar la televisión, apagar la radio, pasar la página del periódico o la revista, colgar el teléfono.

No basta con cambiar de canal porque en el otro está sucediendo lo mismo. Ni basta con irse a hacer otra cosa porque si se queda prendido el comercial o si solamente se le baja el volumen, el seguimiento que hacen los estudios de rating marcará como que fueron vistos.
Hay que apagar.

Hay que hacer definitivo que no estamos viendo ni escuchando.

La tecnología hoy lo hace fácil: apretar un botón basta para decirles lo que les queremos decir: que sus anuncios no influyen en las preferencias electorales y en cambio nos parece inmoral lo que cuestan y lo que nos acosan.

Los ciudadanos tenemos esa arma, podemos usarla y debemos usarla. Contra el acoso publicitario electoral, contra el gasto absurdo en publicidad electoral: Hashtag apaga.

Sara Sefchovich
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM

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