Tiempos de zozobra

¿Cómo podemos explicar a nuestros hijos esta agobiante realidad, en donde la violencia mantiene en jaque a familias y sociedades del mundo entero?

El pasado domingo, luego de la matanza en un iglesia de Texas, mi hija de diez años me preguntó atemorizada: “Papá, ¿por qué están pasando tantas cosas malas cómo balaceras, crímenes, terremotos y huracanes”?

Nos quedamos paralizados sin saber qué responderle y sin poder darle una explicación a esta amarga situación que a todos nos afecta.

En México es el crimen organizado que asociado con la impunidad y la corrupción ha devastado a miles de familias; en Estados Unidos la desintegración social ha creado monstruos humanos capaces de asesinar a mansalva a decenas de compatriotas.

Apenas hace un mes, en Las Vegas, Nevada, un perturbado mental disparó a miles de asistentes a un concierto dando muerte a 59 personas. Ahora otro desequilibrado ingresa a un templo bautista para ultimar a 28 parroquianos y dejar heridos a por lo menos veinte más.

No son ataques de terroristas islámicos, tampoco de corte racista, vaya, ni siquiera por asuntos homofóbicos. Son más bien producto de una sociedad materializada y violenta que está produciendo psicópatas y enfermos mentales capaces de todo.

A ello se suman los antivalores de la sociedad norteamericana en donde hoy en día tienen más peso las armas y la guerra que las vidas humanas.

Pero el temor y la negación es mayor al grado que los ciudadanos no protestan ni se pronuncian masivamente en contra de tales barbaries humanas.

En Francia, España e incluso México los actos de violencia generan malestar y una profunda indignación en la sociedad. Las marchas y protestas son por demás comunes como respuesta a un atentado terrorista o un ataque del crimen organizado.

Sin embargo, algo está ocurriendo en la sociedad norteamericana que no quiere o no puede reaccionar ante los embates de estos desequilibrados.

El domingo por la tarde en la misa en una iglesia al sur de San Diego, California, percibimos la zozobra de muchos parroquianos que disimuladamente volteaban de un lado a otro como esperando la llegada de un pistolero asesino.

Mientras el sacerdote elevaba oraciones por las víctimas de Texas, al interior del templo se percibía miedo y preocupación ante estas masacres cada vez más frecuentes y cercanas.

Obvia decir que incrementar el control en la venta y posesión de armas  ayudaría a prevenir tales sucesos, sin embargo no es la solución total ni la definitiva.

En México tenemos leyes muy rigurosas en contra de la adquisición de armas y municiones, pero lamentablemente estamos por cerrar un año con el mayor número de homicidios desde los tiempos de la Revolución Mexicana.

¿Qué decir entonces a nuestros hijos sobre lo que estamos viviendo hoy en día en el mundo? ¿Cómo explicarles que en nuestra infancia vivíamos en paz y tranquilidad y ahora cincuenta años después sufrimos la peor ola de violencia del último siglo?

¿Cómo educar a una hija de diez años a enfrentar este mundo tan agresivo y convulso que no hemos sido capaces de solucionar? ¿Hasta cuándo viviremos tan compleja realidad?

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