#RelatosDeLaFrontera | Los espías del General

foto dos cultura expreso portadaPor Ismael Valencia Ortega

En el mes de diciembre de 1923 se desata la revuelta encabezada por Adolfo de la Huerta, quien intentaba regresar a la presidencia de la República, la que ocupara provisionalmente entre el primero de junio y primero de diciembre de 1920 al triunfo del Plan de Agua Prieta.

Frustrados sus objetivos, por la oposición de Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón en los primeros meses de 1924, se refugia en el estado de California de la unión americana, concretamente en la ciudad de Los Ángeles.

El General Abelardo Rodríguez, como jefe militar y Gobernador del territorio de Baja California, se vio en la necesidad de mantener vigilancia sobre la línea fronteriza e informarse de los movimientos de grupos descontentos que, desde el vecino estado, intentaran organizarse y revivir al movimiento De la Huertista.

Con ese objetivo se dio a la tarea de organizar un grupo de informantes que vigilara las actividades de los rebeldes. Agrupó por igual a viejos compañeros de armas, como gentes que se ofrecieron a cumplir a sueldo con esas labores.

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De entre los reclutados, los había quienes lo hacían obligados por necesidades de crisis económica familiar, o con deseos de regresar del destierro tratando de granjearse al militar sonorense. Pero también los que argumentaban amplias relaciones en el gobierno federal y en el ambiente social y político norteamericano.

Pero también encontramos casos de miembros del anciano régimen porfirista que logran establecer relación con el general, aunque por corto tiempo. Es el caso de Felizardo Verdugo, un empresario que se refugia en los Ángeles en 1917, realizando posteriormente las funciones de segundo interventor del hipódromo de Tijuana, hasta que Rodríguez lo cesa. Perdido el empleo, las condiciones de vida se volvieron precarias para su familia, por lo que le pedía a su paisano: me dé algún nombramiento como comisionado del gobierno para vigilar e informar de cualquier movimiento que pudieran pretender los descontentos de esta parte de la línea fronteriza.

Más que un grupo de inteligencia como tal, eran informantes del más diverso origen ideológico y social, pero que tenía que manejarse con sumo cuidado en cuanto a la veracidad de las noticias recibidas. Lo que interesaba a Rodríguez, era saber de la adquisición de pertrechos de guerra y la forma en que serían puestos en territorio mexicano por parte de los grupos que se empeñaban en mantener la rebelión.

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Un agente del General Rodríguez, José Greene, en su recorrido por varias ciudades de la costa del pacífico encontró que algunos buques, atracados en Seattle ya estaban cargados y listos para poner ruta a los puertos mexicanos.

Esto llevó a manejar lo nombres de los enlaces estadounidenses que facilitaron recursos dinerarios y logísticos para la adquisición de los abastecimientos: Entre los involucrados estaba el norteamericano H. Waiss quien entregara al mexicano Goldbing Padilla 15 mil dólares. Al parecer este individuo se hacía pasar como un agente secreto del consulado en aquella ciudad.

En sus informes a Rodríguez, el mismo agente, le señala de sus dificultades con los cónsules para poder llevar a cabo las tareas encomendadas, calificando la conducta de aquellos de una manera coloquial: Señor Gobernador, los cónsules son unos caprones (Cabrones)
Rodríguez había invadido funciones propios de la diplomacia federal, por lo que el cónsul de Seattle reaccionó señalando que: que el gobernador no tenía derecho a enviar agentes y que él no me puede ayudar en ninguna forma…

Para septiembre de 1924, Greene es cesado en sus funciones dado que la revuelta había perdido fuerza y capacidad de reorganización. Rodríguez logra exitosamente el control militar y político de los grupos allende la frontera, abriéndose su camino rumbo a la presidencia de la República, mientras Adolfo De la Huerta, en su decadencia política, iniciaba su leyenda de profesor y cantante de ópera en la Angelópolis californiana.

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Por Ismael valencia ortega, doctor en Historia por la Universidad de Sonora.