#RelatosDeLaFrontera | La frontera, un refugio para la rebelión

beesbeexpreso09092017wPor Ismael Valencia Ortega*

Tal vez una de las experiencias más dolorosas de todo grupo humano es la expulsión de los territorios donde ha ido construyendo su cultura, verse avasallado y, aún más, el exterminio físico.

La conquista armada o las vías aparentemente pacíficas como las religiosas son igualmente violentas, porque se dirigen a la conversión de súbditos legales, físicos o morales, rompiendo con toda tradición que fundamentaba su existencia como comunidad o sociedad.

En esta medida se han visto obligadas a emigrar en busca de refugio, de lugar no sólo para sobrevivir sino incluso para reproducir en pequeños su vida comunal. En el contexto de los estados modernos, son innumerables las culturas que han ganado un espacio más allá de las delimitaciones jurídicas y territoriales de los países, ya sea por reconocimiento legal o por las vías de hecho, en un ejemplo de condiciones de trato excepcional.

En el caso de Sonora, un buen ejemplo de esa situación lo han sido las culturas pápago y yaqui, que de tener sitio, idioma y normas de organización interna y reconocerse asimismo como naciones, vieron subvertido su historia e invadido su territorio desde la colonia, dando pie a un enfrentamiento y resistencia de siglos que los lanzó a una diáspora, que sólo con el actual siglo parece haber concluido.

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La capacidad para resistir y asimilar elementos de los mismos grupos que enfrentaron, la han llevado a ser parte activa y tomada en cuenta en lo que Sonora es hoy como sociedad, más allá de sus actitudes racistas que, de manera oculta sobreviven y, que incluso llegan a dividir a la comunidad Yaqui, avisando sus conflictos como tambores de guerra.

Una de las formas empleadas en esa larga resistencia fue el emplearse temporalmente en haciendas, aunque el desarrollo minero de finales del siglo XIX dio la oportunidad de encontrarse con grupos sociales en ascenso como trabajadores mineros y grupos políticos que operaban en los límites con Estados Unidos, como los magonistas.

Se formaron nuevos escenarios para la rebelión Yaqui, sin dejar de ser los de sus tierras ancestrales, encontraron en la frontera entre Sonora y Arizona condiciones propicias para reagruparse. Resultado de lo mismo, fue la formación de asentamiento en Arizona en las que aún hoy, reproducen sus rituales.

En cierta forma, el problema de la guerra del Yaqui se amplió en lo geográfico y en su complejidad al convertirse en un elemento de tensión diplomática entre México y Estados Unidos, que tenían como antecedente las incursiones apaches a través de la frontera internacional. Un ejemplo de lo anterior es el oficio dirigido por el Secretario de Gobierno al Prefecto de Arizpe, el 15 de junio de 1890.

“Por acuerdo el C. Gobernador incluyo a Ud. un recorte del periódico El Tráfico, en que expone con fundamento que algunos Yaquis pasan al otro lado de la línea y después de ocuparse en territorio americano en el trabajo de las minas inmediatas a la frontera de este distrito, como son las de Bisbee, se proveen de armas y de toda clase de municiones de guerra y regresan enseguida a nuestro territorio en donde distribuyen dichos pertrechos entre los indios sublevados, prolongando de esta manera el estado de rebelión que aún guarda la tribu Yaqui”.

Al igual que otros grupos, el espacio fronterizo se convirtió no sólo en nido de ladrones como lo expresaran los alguaciles estadounidenses y funcionarios mexicanos, sino en plataforma estrategia de rebeliones. Una lección que los líderes de las revoluciones aprendieron bien.

Por Ismael Valencia Ortega*Doctor en Historia por la Universidad de Sonora.

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