Relatos de la frontera | Hermosillo: La revolución toca a sus puertas

imagen expreso05272018dddPor Dr. Ismael Valencia Ortega*

Finalmente, para mayo de 1911, después de cuatro meses de escarceos bélicos donde las fuerzas revolucionarias habían sido derrotadas en varias ocasiones, habían logrado aprender las artes de la guerra y avanzar con una estrategia de golpear y retroceder, sin hacer combate frontal.

Parte de esa estrategia fue cortar medios y vías de comunicación. Puentes del tendido ferroviario quemados hacían de Hermosillo una ciudad incomunicada y al borde del caos. Los sucesos de otras partes del país llegaban con una fuerte dosis de rumor y duda de lo que realmente pasaba, aunque se sabía que las negociaciones de paz fracasaron y que las tropas revolucionarias preparaban el asalto final a Ciudad Juárez.

En tanto, multitudinarias manifestaciones en la Ciudad de México contra Díaz, exigían su salida. José dejó escapar en su correspondencia su estado de ánimo sobre los sucesos de la nación: “Esto naturalmente ha caído muy mal en todo el país que ya está cansado de este estado de cosas y anhela ardientemente la paz a cualquier costo. -Parece que en México acaba de haber una manifestación monstruo frente al Palacio Nacional, compuesta por más de 50,000 almas pidiendo al Presidente que renuncie inmediatamente”.

En Sonora se temía por Agua Prieta donde se agrupaban tres mil revoltosos listos para tomarla y lo mismo se esperaba en Nogales. Aunque derrotados en combate en el Molino de San Rafael. José estaba consciente que el triunfo revolucionario era inevitable: “Por lo demás, todo el Estado está infestado de revolucionarios y abandonado por el Gobierno que no tiene manera de poder rechazarlos por falta de tropas”.

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Temerosos de que la turba revolucionaria llegara hasta Hermosillo asaltando bancos y comercios, José decide enviar partidas de 25 mil pesos oro a bancos en Estados Unidos. Intuía que la revuelta llegaría más lejos de lo imaginado. Como medida precautoria y no solo para salvar dinero, sino el pellejo, prepara la huida junto con el resto de la elite local a Los Ángeles: “Si vemos que las cosas empeoran, haremos que salgan todas las familias nuestras para esa y también se irá con ellas mi tío Francisco.- Tan luego como haya tren; saldrán de aquí varias familias, entre ellas Gilly, Alfredo May y también, aunque no de seguro, la familia de Víctor Aguilar.

Para el 12 de mayo, las tropas revolucionarias se habían graduado en lo militar. Los puertos fronterizos de Juárez en Chihuahua y Agua Prieta fueron capturados. Ahora se dirigían a Cananea 1,500 combatientes al mando de un viejo conocido de negocios mineros de José: Juan G. Cabral. El fugaz comentario rebelaba que esa clase media y, su relación de parentesco con José María Maytorena, le daban una tabla de salvación en lo inmediato, aunque no posteriormente.

En distintos puntos, como Magdalena y Santa Ana, las tropas federales estaban varadas y cercadas, mientras, Hermosillo se aprestaba para la defensa al saber que los revolucionarios se concentraban y avanzaban sobre la capital: “Naturalmente a Hermosillo les costará mucho trabajo tomarlo, pues en unos cuantos días más tendremos aquí todas las tropas que hay en el estado, como 1,500 hombres y como están aquí el Gobernador y el Jefe de la Zona, es seguro que se defenderán hasta quemar el último cartucho”.

Sin embargo, esa heroica defensa nunca se realizó, pero el miedo y el caos si obligó el 17 de mayo a que; “Amelia de Torres y demás familia, salieron para esa ayer mismo y muy pronto se irán la mayor parte de las familias de Hermosillo, pues todos los días salen los trenes cargados de pasajeros a reventar.”

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José reconocía que la revolución terminaría por triunfar su antigua fidelidad y amistad con los gobernantes se convirtieron en desmoralización: No tengan absolutamente el más pequeño cuidado por nosotros, pues no nos metemos en nada y nada tenemos que temer si es que Hermosillo es atacado, por los revoltosos y al contrario, nuestra presencia servirá para impedir abusos y destrozos de nuestras propiedades y bienes.

En tanto los negocios estaban paralizados y había que defenderlos. José no abandona la ciudad, dedicando su tiempo a poner en orden documentos como las pólizas de seguros. La espera y el miedo se respiraban. Aún así se burlaba del terror de burócratas y políticos de menor jerarquía: Nosotros aquí muy divertidos, viendo el pánico terrible que se ha apoderado de algunos gobiernistas que ya no hayan la puerta y se ven pasar por las calles como sombras con más miedo que una rata tísica.- ¡Caprichos de la suerte!

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Para el 29 de mayo las tropas revolucionarias se acantonaron cercanos a Hermosillo, en el molino San Isidro y amenazaban con avanzar. Pero lo inesperado sucedió con la población de la capital, lo que veremos su desenlace en la próxima colaboración.

Por Dr. Ismael Valencia Ortega*Historiador por la Universidad de Sonora

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